Leer a Franquin siempre es una maravilla.

Su trazo está lleno de vida y su narrativa es realmente fluida, lo que junto a un gran manejo de las expresiones y unas tramas que enganchan hace que su obra sea obligada para cualquier amante del cómic.

Su trabajo es de sobra conocido ya que es el creador tras el Marsupilami, Tomás El Gafe (Gaston Lagaffe) y por supuesto algunas de las aventuras más reconocidas de Spirou y Fantasio. Esto ha hecho que sea uno de los pilares por excelencia del tebeo en su país y reconocido a nivel internacional por la calidad que siempre ha logrado plasmar en su obra.

La influencia de este estilo Franquin ha tenido también su reflejo en España aunque en ocasiones muchos lectores no lo sepan. Se trata de la evidente deuda que con él tiene Francisco Ibáñez en sus historietas, no solo tanto en grafismo como en líneas de tratamiento, aquí podríamos hablar casi de homenaje con el Botones Sacarino que condensa en una misma persona facetas de Tomás y Spirou.

No terminan hay los parecidos. Es bien sabido que en más de una ocasión el veterano autor no dudó en dar un nuevo uso a situaciones, viñetas e incluso hacer calcos prácticamente directos de la obra del creador que nos ocupa. Esto es algo bien comprobable (por ejemplo aquí http://lagaffemegate.free.fr/franquin/copiage/copiage.htm) y que Ibáñez ha reconocido en el pasado.

La máscara es una de las obras más llamativas de este personaje ya que en gran medida se aleja del tópico de aventuras y fantasía al que muchos estamos acostumbrados, con un autor que demuestra claramente ser un amante del género negro a través de un cómic que es un relato policíaco en toda regla.

Se cumplen muchos de los clichés tan habituales y que bien conocemos todos gracias al cine, del que sin duda Franquin bebe mucho lo que hace que sus viñetas estén llenas de vida más en la línea de la gran pantalla que de otras historietas contemporáneas. De esta forma logra no dejar un momento de calma al lector que de forma inevitable se verá enganchando por la trama.

Aunque también debe reconocerse que en ocasiones se puede observar que la narrativa da algún pequeño salto o no encaja del todo una acción con la siguiente. Esto es debido a que si bien el autor tenía la idea general en su cabeza no así cada detalle, algo que iba puliendo y enganchando según avanzaba pero que en el contexto general apenas puede notarse salvo para los más habituales del género.

Es muy probable que hasta el momento no haya dicho nada nuevo. Franquin es un autor casi legendario y su gran trabajo habla por él. Casi cualquier obra que firme es de lectura obligada, pero esta que nos ocupa pasa a un nivel gracias a la gran presentación que ha preparado Dibbuks.

Respetando totalmente el sobrio blanco y negro, en un formato horizontal, comentada cada página por el periodista Hugues Dayez, un papel grueso que es una delicia y sencillamente lo que casi podríamos decir que es una edición de lujo pero al alcance de todos los bolsillos ya que ni siquiera llega a costar treinta euros.

Spirou (y Fantasio, claro) es un personaje que debe conocerse y Franquin un autor que hay que leer. Sin duda este tomo logrará crear nuevos seguidores de sus aventuras y hará que los veteranos se pierdan entre la magia de uno de los mejores narradores del siglo XX.

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