Leer cómics es algo maravilloso. Es muy divertido y enriquecedor, aunque otras tantas veces puede resultar lioso debido a la gran cantidad de personajes y tramas que se conectan. Por suerte hay autores que saben dar lo justo de esto para permitir a nuevos lectores, o a los que tienen etapas pendientes, adentrarse en las páginas sin perderse para seguir disfrutando de algo estupendo.
Este es el caso de Joss Whedon, más que conocido creador de Buffy, cazavampiros, que supo conformar un equipo de mutantes atractivo, moderno y funcional y para ello eligió a nombres de relevancia a lo largo de toda su historia. Por un lado tenemos a Cíclope y la Bestia que son miembros fundadores, seguidos de Lobezno que es sin duda el hombre-X más conocido y Emma Frost quien en ese momento había dejado atrás (en teoría) su vertiente malvada. Un grupo ecléctico con dinámicas interesantes a las que sacar partido.
A ellos se une Kitty Pryde, uno de los nombres más queridos del grupo (y el predilecto del escritor), que hace las veces de guía para el que está al otro lado de las páginas. Es con ella que descubrimos de nuevo la escuela de Xavier, con algunos flashbacks para enternecer a los que ya peinamos canas, dejando clara la desconfianza que siente hacia Emma Frost y en ocasiones las dudas hacia sus compañeros por creer en la antigua villana. Ella es el centro de la historia en una trama que presentaba la novedad de una posible cura real para los mutantes pero que también bebía del pasado, pero no diré más para no desvelar nada antes de tiempo.
Lo que sí puedo decir es que esta narración fue la base para la película X-Men: La decisión final, con cambios y modificaciones en su argumento para adaptarse al lenguaje y estilo que Fox estaba dando a los mutantes en la gran pantalla. Repito, fue la base y tan solo la base. Ambos productos parte de esa premisa pero pocos puntos más tienen en común, cada uno viaja por su lado y sigue su camino.
La segunda historia del tomo va por un camino muy distinto, empieza con un sosias de Godzilla haciendo de las suyas para terminar trayendo de vuelta a Charles Xavier con sus luces y sus sombras. Más sombras que luces, casi rozando (o pasándola más bien) la línea de Magneto al que siempre le ha importado más su visión que otra cosa. Así Whedon escala un peldaño más en la deconstrucción de una figura que durante décadas parecía intocable pero de la que ya hacía años, podríamos situarlo en la era Onslaught, empezaba a mostrarse que no todo el monte es orégano.
Si las letras del guionista son interesantes y sabe sacar muy buen partido a los jugadores que ha elegido, notándose en todo momento su predilección por Kitty Pryde, más todavía lo son los lápices de John Cassaday. El artista logra que estos X-Men luzcan mejor que nunca, su trabajo es espectacular cuando debe serlo, intimista en los momentos adecuados y tiene siempre un detalle en el personaje que es digno de admiración. Personalmente es uno de los dibujantes que han pasado por el grupo de mutantes que más me gusta, uno de esos autores que solo ganan con el tiempo y a los que revisitar siempre es un placer.
En el prólogo del tomo se comenta que esta es una muy buena opción para empezar a leer aquellos que desconozcan a los héroes pero tengan interés en ellos, y solo se puede decir que es una afirmación totalmente acertada. Uno de esos cómics de superhéroes que nos recuerda el motivo de que nos gusten los cómics de superhéroes.