Cuando a finales del siglo XVII Charles Perrault recopiló el cuento de El Gato con Botas en su libro Cuentos de antaño es poco probable que pensara que se convertiría en todo un icono. Durante siglos ha sido una de esas historias que todos hemos amado de niños, ¿cómo no hacerlo? El protagonista es un gato pícaro, mentiroso y aventurero, pero todo lo hace por su amo al que quiere y sin afán de maldad o egoísmo.
Cierto es que hoy por hoy es posible que el personaje sea mucho más conocido por su aparición en la saga de Shrek, que a la postre llevaron a que tuviera sus propios dos filmes en solitario. Sea de la forma que sea este personaje sigue vivo y sigue disfrutando de adaptaciones de todo tipo, como la que el fin de semana realizó la compañía La Estrella en el Teatro Arbolé de Zaragoza. Allí los dos miembros del grupo mezclaron el universo del felino con el mundo del payaso, respetando bastante el cuento según todos los conocemos pero algún pequeño cambio por aquí y por allá.
Un Gato con Botas muy malicioso
En la propuesta se nota el esfuerzo y el cariño hacia el clásico pero hay que decir que la misma se queda algo corta, le falta ese toque de malicia que tanto necesita el personaje y un poco más de magia para que el público realmente entre en la representación. Y digo esto en gran medida basándome en cómo estaban los muchos niños asistentes más dispersos que interesados en lo que sucedía encima de las tablas, en parte debido a una presentación más larga de lo necesario en la que poco a poco se fueron desconectando del maravilloso mundo de los títeres.
Eso sí, he de alabar la escena final entre el Marqués de Carabás (el pobre dueño del protagonista convertido en un joven acaudalado por sus tejemanejes) y la princesa Margarita por lo precioso y bonito de la misma. Un cierre emotivo que logró dejar una sonrisa y una buena tanda de aplausos antes de bajar (metafóricamente) el telón.