Personalmente considero que de las obras vistas hasta el momento (de escribir esta crítica), en el festival Mutea organizado por el teatro Arbolé de Zaragoza, Aeroplanos de Teatro de vuelta es posiblemente la mejor. Junto con Pedro y el Capitán, y si bien ambas hablan de temas importantes y lo hace con solo dos actores sobre el escenario son totalmente diferentes en sus intenciones y formas. La escrita por Mario Benedetti es dura y te deja derrotado, mientras que la de Carlos Goroztiza es un canto a la vida y te deja con ganas de salir a celebrar la misma.
Vamos a ello. Se encienden las luces y en el escenario representa un piso, con bastante más atrezzo del visto en otras propuestas de esta muestra, en el que se juntan dos amigos. O mejor dicho, dos viejos amigos que hace más de medio siglo que se conocen. Saben perfectamente de que pie cojean ambos, uno literalmente aunque se niegue a llamarlo cojera, conocen sus secretos incluso los que no contaban a sus mujeres y se quieren con la verdad que dan las amistades verdaderas.
Una obra muy humana
Por eso mismo es realmente importante que los dos hombres sobe el escenario tengan química y sean capaces de transmitir esa situación al público, y lo lo consigue con creces. Viendo a los dos veteranos sobre el escenario uno podría jurar que en realidad son lo que representan, dos viejos amigos que las han visto de todo tipo, que se admiran y respetan lo mismo que se pinchan y se pitorrean. Desconozco si la realidad y la ficción se dan la mano en este punto, pero lo que importa es que sobre las tablas si lo parecía.
Ambos intérpretes se funden perfectamente con su papel, uno más gruñón y juerguista, el otro más comedido y reflexivo e incluso saben salir del paso en algún olvido (resuelto con gracia e ingenio). Ambos seres humanos con sus dudas, sus miedos, sus alegrías y sus fortunas. Quizá esa sea la forma ideal de describir Aeroplanos, es una obra muy humana. Una obra con la que además es imposible no sentirse identificado, todos tenemos ese compañero de viaje en la vida que nos conoces y con el que siempre podemos contar. Ese amigo que está a solo una llamada de teléfono, quizá no viva en la misma ciudad y apenas podáis veros, pero siempre está ahí y con solo leer un tuit tuyo sabe que lo estás pasando mal.
La vida, la muerte, lo ganado y lo perdido
A lo largo de la obra se tocan un gran número de temas relevantes y de importancia, desde el miedo a la muerte y el miedo a la vida, los viejos rencores y los nuevos amigos, pasando por los amores perdidos y las oportunidades desperdiciadas pero también de las que están por venir, las que todavía se pueden ganar. Todo pasando por un filtro humorístico que enriquece la propuesta. Eso no resta importancia a todo lo que se cuenta, más bien se la aumenta y es que cualquier vida vista desde fuera es una sitcom en estado puro (al menos puedo confirmarlo respecto de la mía) pero una sitcom no solo tiene alegrías, también tristezas.
La vida está para vivirla, para celebrarla, para mirar al pasado sabiendo que siempre será parte de nosotros pero también al futuro que está ahí. Eso es lo que transmite Aeroplanos de Teatro de vuelta y eso es lo que logran dejar claro sus dos actores. Solo os puedo decir que si tenéis la oportunidad de verla debéis hacerlo, os haréis un gran favor.