Los dos actores de Pedro y el Capitán durante la función de teatro realizada por Nimú de Lui en el Teatro Arbolé durante el Festival Mutea

Los dos actores de Pedro y el Capitán durante la función de teatro realizada por Nimú de Lui en el Teatro Arbolé durante el Festival Mutea

Pedro y el Capitán es una obra sincera, honrada y brutal. No requiere apenas de puesta en escena y no hay artificio alguno.

Se abre el telón y sobre el escenario hay una parca escenografía y dos hombres. No hace falta más. Lo cierto es que en realidad para representar Pedro y el Capitán tan solo es necesario dos sillas y dos actores, todo lo demás es superfluo. Esta es una obra de personajes, de piscología, de dolor, de humanidad, de secretos y mentiras, de verdades ocultas, de torturas y de prisiones. Prisiones que elegimos, prisiones que nos son impuestas, prisiones que somos nosotros mismos.

La trama presenta un torturado (Pedro) y un interrogador (el Capitán), que en realidad solo pregunta y no tortura, en una conversación de días (quizá semanas) que deja entrever las dudas y pasiones de cada uno de ellos. Su alma llegará a aparecer según avanza su relación, quizá con algún breve destello de una amistad imposible, y la función hará ver que si bien ambos son muy distintos lo que late en sus corazones no lo es tanto. Tienen miedos, tienen amores, tienen familias, tienen hijos, tienen esperanzas.

Los dos actores de Pedro y el Capitán durante la función
Los dos actores de Pedro y el Capitán durante la función

Una obra dura e intensa

Esta no es una obra sencilla para nadie. El silencio entre el público del Teatro Arbolé fue casi sepulcral a lo largo de la representación, lo duro e intenso de lo que se veía sobre el escenario no permitía que fuera de otra forma. La intensidad de los dos actores va creciendo según pasan los minutos, igual que la (a su pesar) confianza entre ellos, igual que lo que el uno muestra y el otro ya sabes. Ves romperse a cada uno de ellos y por el camino no puedes evitar romperte también, incluso en mi caso llorar un poco por sus avatares y más en concreto por los del interrogador (que si bien ambos intérpretes lo dieron todo, con algún tropiezo ocasional en la dicción, personalmente caí rendido a los pies de este, del Capitán).

Al terminar la representación los dos actores salieron a saludar entre aplausos pero en ellos no había sonrisa de ningún tipo. Sus rostros mostraban el cansancio y el dolor por lo que acababan de representar. Nadie puede meterse dentro de esta ficción y salir de ella como si nada, da igual si son los actores o el público. Va directa al corazón, va directa a romperte. Es imposible no empatizar con los dos personajes sobre las tablas de madera, tanto con el torturado como con el interrogador. Los dos son tremendamente humanos y eso no deja a nadie indiferente.

Pedro, o Rómulo, en Pedro y el Capitán
Pedro, o Rómulo, en Pedro y el Capitán

Dos hombres entran, uno sale

La trama, si no me confundo, se ambienta en Argentina durante su dictadura pero en realidad podría ser en otros tantos momentos y situaciones goegráficas. Durante nuestra dictura, en la caza de brujas comunista de Estados Unidos, en cualquier guerra que haya ocurrido. Es más, si bien estamos ante una ficción que representa un momento más o menos actual (uso el término actual de modo laxo) no es complicado llevar mentalmente lo visto a la época de la Inquisición o de las Cruzadas. El dolor y lo que se muestra puede funcionar entonces igual que ahora.

He de decir que una parte de mí en ocasiones no pude evitar ver paralelismos con el penúltimo episodio de la serie El prisionero, mi favorita, llamado “Once Upon a Time”. En el mismo el protagonista, el número 6, es sometido por el número 2, el hombre a cargo de la prisión, a un profundo interrogatorio bastante alegórico (como toda la serie, pero más) en el que ambos enfrentarán sus mentes, sus personalidad y se mostrará que tan prisionero es el uno como el otro. Y al igual que en la obra, dos hombres entran y solo uno sale. Esto fue en 1968, en 1979 Mario Benedetti sacó adelante esta obra teatral de cuatro piezas y dos personajes. El parecido entre uno y otro posiblemente sea coincidencial pero no es baladí.

Pedro y el Capitán es una obra sencilla y compleja a la vez. No requiere apenas de puesta en escena y no hay artificio alguno. Es dura, es sincera, es honrada y es brutal. No es para todo el mundo, no es para ir a verla sin saber qué te vas a encontrar, pero es sin duda alguna total y absolutamente recomendable.

El Capitán durante Pedro y el Capitán
El Capitán durante Pedro y el Capitán

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