Cartel de la película Titina, con Titina a la derecha, Roald Amundsen en el centro y Umberto Nobile a la derecha
Titina es una película dulce y encantadora, un largometraje ideal para viajar por algunos momentos de animación maravillosos.

Quizá no conozcas el caso de Titina, una perrita que viajó hasta el Polo Norte. No lo hizo sola, claro que no, fue en compañía de su padre, una tripulación y un explorador. En concreto en el viaje realizado por el ingeniero Umberto Nobile (padre de Titina) en el dirigible Norge que él mismo había diseñado a petición del famoso explorador noruego Roald Amundsen, una hazaña histórica que es bastante conocida y más en los respectivos países de origen de cada uno.

Es precisamente en este hecho histórico, en el antes y el después, en el que se adentra Titina. Una cinta que si bien puede engañar ligeramente por su título puesto que lo cierto es que la perrita no es tanto la protagonista como una más del trío protagónico, con todo su presencia en la misma es importante y es con ella que el espectador disfruta de algunas de las escenas más preciosas (y otras más extravagantes) del filme.

Desmitificando los mitos

A lo largo de su hora y media la directora Kajsa Næss, que firma el guion junto a Per Schreiner, ahonda en la historia y deja claro que no todo es en blanco y negro. Pone en entredicho los mitos de ambos hombres, sus actitudes y las decisiones que tomaron. Lo que resulta llamativo teniendo en cuenta que la película es noruega al igual que lo era Roald Amundsen, cuyo diseño es muy cercano a la imagen que el explorador tenía en el mundo real. Al término de la exploración empezaron los problemas entre el aventurero y el ingeniero y sobre quién realmente había descubierto el Polo Norte, aunque el filme deja clara su opinión del responsable de esto mismo y toma partido en varios puntos espinosos más.

Lo hace además de una forma orgánica y entretenida, con ciertas licencias necesarias para la buena narración de la trama, y deja espacio para que los dos hombres puedan crecer, caer y redimirse. Y por supuesto está Titina, una figura siempre presente que es parte de la distancia y discusión de ellos dos, en su caso siempre atenta y alegre a pesar de las circunstancias. Y un aviso: llorarás y más si tienes (o has tenido) perrito.

Ideal para los más pequeños

Kajsa Næss tiene claro que el público potencial de su película son los niños pequeños, al menos eso se desprende del metraje y de la simplificación de los hechos reales que lleva a cabo. De esta forma los más jóvenes pueden adentrarse en un momento histórico de relevancia pero de una manera sencilla, fácil de seguir y sin giros de guion que haga que se pierdan. Por supuesto la realidad es bastante más compleja, con suerte los pequeños querrán saber más y entonces será tarea de los adultos ayudarles en ese aspecto.

El filme sabe dónde está y qué es, no comete el error de querer competir con estudios de animación gigantes como Walt Disney y Pixar (ambos dentro del conglomerado The Walt Disney Company) y tampoco intenta perder su personalidad en busca de un público en ocasiones lobotomizado por las muchas producciones estadounidenses. Tiene su propio estilo, su propia personalidad y eso es algo que siempre es de agradecer.

Titina es una película dulce y encantadora, un largometraje ideal para viajar por el pasado y dejarnos llevar por algunos momentos de animación maravillosos.

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