Patrick Swayze en la maravillosa A Wong Foo, ¡gracias por todo! Julie Newmar

Patrick Swayze en la maravillosa A Wong Foo, ¡gracias por todo! Julie Newmar

Es el día de celebrar todo lo que somos y hemos conseguido.

¡Feliz Día del Orgullo!

Hoy es un día muy importante para muchos de nosotros (nosotras, nosotrxs, nosotres, nosotr@s… mil formas para un mismo corazón), es ese día en el que gritar con orgullo que somos nosotros mismos, que como dice la canción I Am What I Am de Jerry Herman “Yo soy lo que soy: mi creación, única y libre.”. Es el momento de enorgullecernos por las batallas libradas y ganadas, muchas veces en nuestro propio ámbito familiar nuclear biológico, ante personas que dicen un “Te quiero” pero no te reconocen quién eres. Las relaciones se construyen día a día pero de igual forma pueden destruirse, día a día, mes a mes, año a año.

Esto que te voy a contar quizá te sea familiar, puede que coincida con tu propia vivencia. En muchos casos sé que es así, somos muchos los que pasamos por los mismos lances. En mi caso mi bisexualidad nunca ha sido un problema, o más bien nunca me ha importado mucho (más bien nada) qué pueda decir u opinar alguien. Pero sí ha sido una lucha por mi propia identidad, por mi propio ser, por mi nombre y mi yo. ¿Qué identifica más a una persona que su propio nombre? Nada, un nombre lo es todo.

Yo soy lo que soy y lo que soy no admite trampas

El mío es Doc, un homenaje a un personaje de ficción que me encanta (sin relación con Doctor Who o Regreso al futuro), y el viaje ha sido tortuoso, complejo y de toda una vida. Lo mismo que otros muchos, pero hoy es el día de no dar un paso atrás, de ser nosotros mismos, de decir bien alto “Yo soy lo que soy y lo que soy no admite trampas”. Esto que voy a narrar no es exclusivo de las familias disfuncionales, también sucede en las que no lo son o en las que se descubre que no lo eran mientras se siguiera el patrón marcado y establecido.

De pequeño notas que no eres igual que los demás, hay algo que no encaja del todo con el resto de tus compañeros, de las ideas que prevalecen, de lo que se dice en casa de tus padres. No sabes qué es, pero está ahí. Entonces, un día algo cambia. Empiezas a entender que vivías una mentira, que esa persona que estaba ahí no eras tú, no en realidad y empiezas a dar pasos para ser tú mismo. En mi caso con 12 años, un crío, dejé de usar el deadname y pasé a presentarme por el apellido.

Un secreto que deja de serlo

Esta decisión que tomas primero la mantienes un poco en secreto pero ves que tus amigos lo entienden y lo aceptan, te quieren según eres y lo demuestran. El círculo se va extendiendo y te ves con más valor y fuerza. Tardas en hablar de ello en la casa familiar y empiezas a darte cuenta del porqué: nunca ha sido un refugio para ti. Es el sitio en el que duermes, vives y creces, pero no sientes que sea un espacio seguro y cuando sacas el tema encuentras lo que temías, incomprensión, ridiculización e intolerancia.

En mi caso pedí en varias ocasiones que no se me llamara por ese nombre pero nunca se me hizo caso. Ni mi padre (tengo pendiente un vídeo hablando del perfil del abusador pasivo en las familias disfuncionales), ni ningún otro miembro de la familia biológica. Mientras tanto todos mis amigos lo hacían, me llamaban Pastor. El motivo era, en ese momento según se me dijo, que al apellidarnos todos Pastor no era viable. Aceptas la situación y sigues adelante.

Tu vida es otra

Pasa el tiempo y tu vida es otra, tú eres otro. Solo en ese círculo, cada vez menor, la situación sigue inmutable. No por tu parte, aunque intentes camuflar, callar y entender (siempre tienes que entender, es una constante), la verdad sale a la luz. Tú eres tú y lo eres para un número cada vez mayor de personas. No hay vuelta atrás. Y entonces sucede otro cambio, otro importante, asumes del todo quién eres y das un paso adelante en muchos sentidos. Para mí fue encontrar mi nombre, ese Doc que me hizo estar completo, una identidad total. Para otros, quizá para ti, sea tener una primera pareja del mismo sexo, o ese primer beso que lo cambia todo.

Ahora ya no lo ocultas, no tiene sentido, lo gritas a los cuatro vientos y hay gente, casi toda, la gran mayoría, que se alegra. Mientras tanto, en el círculo familiar biológico es otro cantar. Hay motivos y excusas para ello, en este caso fue que no era lo que ellos consideraban mi nombre real y la justificación es que ese era el deadname, el impuesto, el que estaba en el DNI. Tragas otra vez, han pasado años y años, pero tragas, piensas que es lo que debes hacer. Otro golpe más, no pasa nada, tus amigos, tus parejas, tu familia más allá de ese núcleo sabe quién eres y eso basta. O eso piensas.

Otro paso más

Pero no, no lo hace. Y llega otro paso más, uno que piensas que completará el camino que has emprendido de pequeño, ese que pondrá la última baldosa amarilla. Para algunos puede ser una boda, para otros el inicio de su transición para tener el cuerpo que la naturaleza les robó, para mí fue algo tan sencillo como un trámite legal. Dos testigos, pruebas documentales y estaba hecho. Doc era mi nombre real y además el legal. Pero no termina ahí, los problemas siguen y te encuentras con personas que no lo apoyan, a pesar de ser algo sabido, e incluso otros que lo consideran un ataque hacia ellos (en mi caso, y según ella misma me hizo saber, mi madre. La misma que de pequeño en más de una ocasión me dijo de forma muy clara que fui un accidente, un hijo no deseado. Un consejo, como adulto hay cosas que entiendes como niño no. Dejad que los niños sean niños).

Una vez más callas y sigues. El camino ya lleva 18 años en marcha, casi podría haber tenido hijos, caminitos de baldositas amarillas. Sigues adelante sabiendo que tu yo real es uno, el que tú sientes, el que tú eres, el que los demás quieren y respetan. No es así en el núcleo familiar biológico y no, nunca lo será, te quieres engañar y te dices a ti mismo que es solo tiempo pero sabes que no, no es tiempo, es una aceptación que no existe y nunca lo hará.

Mi mundo es donde me pido que se me respete

Y un paso más, uno que es el definitivo. Te das cuenta de que ese camino lleva en marcha 28 años, que hace una década desde que diste ese gran paso que pensabas que era final y quieres celebrarlo. Hay que hacerlo, es la celebración de quién y qué eres, de todo un viaje, de toda una vida. Mientras esto sucede alguien te dice eso de “Yo no lo entiendo pero lo respeto” mientras sigue tratándote por tu viejo yo, ese que hace años (ya décadas) que no existe a pesar de saber lo importante del hecho. En mi caso hace unos meses en mi Instagram, con esas mismas palabras, lo viví con mi hermana, quien omitió el hecho de que ese respeto consistía en seguir llamándome por el deadname. O, expresado de otra forma, como si dijeras a una lesbiana que respetas su orientación pero le preguntaras acerca de posibles novios o a un transexual al que sigues dirigiéndote por su anterior género, a pesar de que hace una década o más de todo ello. Una vez más la canción de Jerry Herman da en el clavo, “Mi mundo es donde me pido que se me respete.”.

Pero te da igual, tú sabes quién eres. Lo saben todos. Tus amigos de la infancia, del colegio, compañeros de clase, parejas, profesores, colegas profesionales… Te quieren, te respetan de verdad y quieren ser parte de tu vida, de la de verdad, según tus elecciones y tus ideas, no según las suyas que son válidas, lógicamente, para su vida.

Yo soy lo que soy: mi creación, única y libre.

Sigues y entonces alguien te trata una vez más por tu antiguo yo, por tu deadname, por esa identidad que hace 28 años que no es la tuya y te dice algo estilo “Es que tienes que entender que siempre te he llamado así” y tú, de forma inevitable, te sientes dolido, te enfureces y te planteas muchas cosas. Esto me sucedió con mi hermano el de más años hace unas semanas, justo en la misma llamada en que me acusó de culpar a mi madre en público por el suicidio de mi padre (cosa que nunca he hecho. El único responsable de un suicidio es el suicida) por el mensaje que compartí en público que ella me había mandado (el que se hizo viral en Tik Tok).

Aquí la catarsis es total y absoluta. Te das cuenta de algo muy importante. Ese no eres tú, nunca lo has sido en realidad. No tienes que responder por alguien que es otra persona, por el género de otra persona, por el nombre de otra persona, por la identidad de otra persona. Y recuerdas esa celebración de una década en la que estuvieron amigos de varias ciudades, otros de diferentes ciudades y países mandaron vídeos, vuelves la vista atrás y ves a todos esos que siempre te han tratado a ti, no a otra persona, a todos los que siempre han dicho tu nombre, no el de otra persona, a los que siempre han acompañado tu identidad, no a la de otra persona.

Hoy es el día de celebrar todo esto, de alegrarse por las batallas logradas, por el camino seguido, por el éxito de ser nosotros mismos. Y quiero terminar citando, una vez más, a Jerry Herman y I Am What I Am, en concreto la primera frase de todas, una frase sencilla, fuerte y maravillosa: “Yo soy lo que soy: mi creación, única y libre.”.

Tienes todo el derecho a ser tú mismo, que nadie te haga pensar lo contrario. Disfruta de tu vida, disfruta de ser quien eres.

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@docpastor

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♬ Thank You for Being You – OctaSounds

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