Fotograma de la película No se admiten perros ni italianos
Vedla con calma, dejaos llevar, que solo importe la pantalla y la historia. Sin móviles y sin redes sociales.

Hoy por hoy se puede decir que vivimos en un momento espectacular en lo que a ficciones audiovisuales se refiere. Hay decenas de contenidos accesibles de todo tipo, es algo maravilloso. Por otro lado si antes era complicado luchar entre los muchos títulos de las majors hoy es todavía más difícil, lo que hace que haya obras estupendas que se pierdan o puedan pasar totalmente desapercibidas (lo que posiblemente suceda con No se admiten perros ni italianos).

No es sencillo ser David y luchar contra gigantes, menos todavía cuando estos cuentan con grandes propiedad intelectuales, como Spiderman, y gigantescas campañas de marketing, cualquier película de la línea Clásicos Disney, o el poder que conlleva haber estado ahí para varias generaciones, como en el caso de Barbie. Pero sigue habiendo esperanza, no todo son blockbusters repetitivos y propuestas que vienen desde empresas gigantescas y despersonalizadas.

Un viaje al pasado

No se admiten perros ni italianos es un viaje al pasado cercano, a ese momento en que las familias tenían que dividirse para lograr salir adelante. No había nada que no se hiciera, trabajo demasiado duro o país en exceso lejano. Una historia que si bien en esta película habla de los antepasados italianos del director, el francés Alain Ughetto, no es complicado llevarla a otros tantos lugares como España con el éxodo de muchos ciudadanos a Alemania, y otros destinos, intentando sobrevivir.

La veracidad histórica, fabulada a través de la abuela del realizador, se da la mano con la belleza y la lírica. El filme es pausado y tranquilo, sabe mezclar lo duro de la realidad con momentos divertidos y otros directamente poéticos, todo ello llevado adelante con un stop motion maravilloso. Incluso se atreve con la mezcla de acción real y animación a través de la participación del propio creador.

Tierna, bella y sensible

Alain Ughetto, a través del guion que firma junto a Alexis Galmot y Anne Paschetta, cuenta con sinceridad todo lo que sabe de su familia, de sus desdichas, de sus apuestas, de sus sacrificios, de sus éxitos y sus alegrías. Y sin bien hubo derrotas, la vida está llena de ellas, también hubo victorias, sonrisas, abrazos y besos que hicieron del mundo un lugar mejor. Y es que ninguno somos una isla, jamás estamos solos y a pesar todo logramos salir adelante. Ese es el claro mensaje de No se admiten perros ni italianos.

En un mundo lleno de estrenos que arrasan y son olvidados, de series que se ponen de moda para desaparecer a la semana siguiente, es de agradecer un filme que no pretende ser de consumo rápido, que quiere hacernos pensar y reflexionar. Posiblemente sea la mejor película de animación de 2023 (técnicamente es del 2022), y en lo que se refiere en llegar al corazón sin duda alguna compite de forma directa con Titina.

Quizá ellos no admitían perros y tampoco italianos pero si vosotros lo hacéis os llevaréis una sorpresa, veréis una de las propuestas más recomendables del cine de todo este año. Vedla con calma, dejaos llevar, que solo importe la pantalla y la historia. Sin móviles, sin redes sociales, sin entrar a ver qué está pasando, esta no es una producción de esas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *