La oscuridad vive dentro de todos, está ahí acechando y esperando el mejor momento para asaltarnos y hacernos caer. Puede ser de muchas formas, no es que necesariamente debamos ser alguien malvado puede ser sencillamente que nos consuma y nos haga dejar atrás la alegría y lo que nos hace vivir. Puede aparecer cuando sufrimos una pérdida y que no logremos levantar cabeza, que a partir de entonces la vida no tenga sentido y que sigamos viviendo solo por inercia.
Sí, hablo de la depresión. Todos podemos caer en ella y si bien se sale, lo digo por experiencia propia, es solo con esfuerzo y con ayuda. Al leer Spiderman: Reino no pude dejar de ver varias similitudes con Batman: el regreso del caballero oscuro ya que se plantea un mundo futuro en el que los justicieros están prohibidos y un héroe sale de su retiro para una última batalla; y sí, eso está ahí, pero también lo está el hecho de que Peter Parker ha caído de forma agónica en una depresión de la que no parece interesado en salir.
No es cierto, claro que no, solo que cuando caemos en el pozo no es sencillo que tengamos las fuerzas o la capacidad de empezar a escalar. Y así está el antiguo Spiderman, no atormentado por no ponerse las mallas si no por haberlo hecho en un momento en el que quizá no debería haberlo hecho, y que no desvelaré a fin de no hacer destripes ya que lo mejor de una obra es siempre leerla. Es esa carga por sus propias acciones la que le hace ir en piloto automático, la que hace que sufra cada día de su existencia y que considere que de poco sirve esforzarse por nada.
Desconozco si Kaare Andrews tenía en mente hablar sobre la depresión o si tan solo quería plantear una historia futura, oscura y abigarrada del arácnido, pero lo que es cierto es que el tema está ahí con todo lujo de detalles aunque pasado por el filtro de los superhéroes. Así que si bien los humanos normales necesitamos la ayuda de un psiquiatra en su caso es la aparición de John Jonah Jameson que le hace entrega de su traje, de ese uniforme con el que luchó, ganó y perdió. Y citando a Robert Frost: eso fue lo que lo cambió todo.
A partir de este momento el antiguo justiciero coge de nuevo las riendas de su vida, se pone su traje y sale a enfrentarse con su pasado de una manera bastante literal. Sí, es cierto que hace bromas y chascarrillos más por costumbre que por convicción, igual que cuando en un estado depresivo sigues haciendo lo que te gusta por recomendación del terapeuta más que por ganas, pero poco a poco esa persona que fue va llenando el espacio del que es. Se esfuerza y pelea contra sus propios demonios, en su caso claramente ejemplificados en los Seis Siniestros, en lo que es en realidad el camino hacia la sanación, hacia ser de nuevo él mismo.
Por supuesto, como he dicho antes, todo está pasado por el filtro de un cómic de Spiderman y por ello hay un villano oculto entre las sombras, un plan malvado, aliados que a su pesar han hecho un pacto con el Diablo a cambio de su alma y momentos de redención para recordarnos que no todo está perdido. No faltan las escenas espectaculares de lucha, las splash pages sorprendentes o los momentos que recuerdan y homenajean a situaciones clásicas del héroe e incluso guiños a algunas de sus historias.