Grease nunca pasa de moda.

Que se pida la cancelación de una novela, serie o película es, por desgracia, algo ya normalizado al punto de que deja de sorprender. Es cierto que el ejercicio cuando uno se encuentra ante una obra que no encaja con los valores actuales debería ser verlo con el prisma de su época, intentar entender que, en buena lógica, toda expresión cultural realizada en un momento solo responde a las intenciones de su tiempo y que por tanto queda en manos del consumidor separar lo que hoy es aceptable de lo que no lo es. El hecho de que en un gran número de ocasiones no sea así es también, y también por desgracia, algo demasiado habitual. La problemática es que resulta mucho más sencillo culpar a una película de hace medio siglo por reflejar el mundo de hace medio siglo en vez de ser el espectador el que debe esforzarse para hacer esa contextualización (¡Ah! El contexto, el contexto lo es todo), y así llegamos hasta Grease y la nueva polémica que hizo arder Twitter, al menos durante unas horas.

La conocida y muy popular cinta de Randal Kleiser, también detrás de la fábula infantil El vuelo del navegante, es todo un icono que ha conquistado a miles de espectadores desde su estreno en 1978, mismo año en el que Christopher Reeve surcó por primera vez los cielos como Superman, y tal éxito es debido a sus estupendas canciones, ingeniosos diálogos y las inolvidables actuaciones de su equipo coral de protagonistas entre los que destacan Olivia Newton-John y John Travolta como los adorables Sandy y Danny.

Ahora bien, es cierto que si se mira la película desde el prisma de lo que hoy en día es políticamente correcto (con el peligro que eso conlleva), entonces hay muchos puntos que no pasarían el corte y queda claro que de haberse rodado ahora sería sustancialmente distinta. Pero hay otras situaciones y valores que ya estaban ahí cuando llegó a salas, ideas que son igual de válidas en este recién estrenado 2021 y que no conviene dejar en el olvido.

Aceptarse a uno mismo

El precioso comienzo de Grease muestra a Danny y Sandy mientras juegan en la playa, viven un romance adolescente de ensueño que no deja de ser un amor de verano que está condenado a terminar con el comienzo del curso (aunque no fue así, claro está). En esa breve escena los dos jóvenes aparecen según son, sin que haya amigos que los presionen para comportarse de una forma diferente, y es que la presión social y grupal es algo terrible, una crítica que estará presente a lo largo de todo el filme y no precisamente de una forma sutil.

Al final del metraje Danny cambia pero solo para ser esa persona que ya había sido vista en los primeros minutos, deja atrás la armadura y la máscara que se había creado en el instituto y abraza su auténtico ser. De hecho, a lo largo del filme hay varios momentos de lucha interna tanto suyos como de otros personajes, una muestra de los cambios que todos vivimos en la adolescencia y de la búsqueda de quiénes somos en realidad.

El valor de la amistad

Si de algo va Grease es de la amistad, de amigos que se valoran por encima de todo y con los que siempre se puede contar (con matices). No hay nada que los T-Birds no hagan juntos, ya sea ir al autocine o ponerse a reparar un viejo y estropeado coche, y lo mismo para las Pink Ladies que a pesar de sus diferentes personalidades conforman un auténtico clan que es igual de fuerte que un castillo. Y, al contrario de lo que parece en el bando de los muchachos, ellos sí parecen estar abiertas a que lleguen nuevos miembros, como es el caso de Sandy (de nuevo, con matices).

Todo esto va un paso más allá en la escena de la carrera, cuando Kenickie (el tristemente fallecido Jeff Conaway) pide a su inseparable Danny que sea su padrino y este toma su lugar cuando es golpeado por la puerta de su Relámpago de brillantina. Ahí se ve el profundo valor que ambos dan a su amistad y cómo harían el uno lo que fuera por el otro, aunque lo que deban hacer sea arriesgarse en una carrera de coches en la que no hay ningún tipo de seguridad y de la que pueden salir malheridos.

Afán de superación

Cuando Danny se da cuenta de que con sus artimañas y embustes no logrará el amor de Sandy (en realidad ya lo tenía) comienza un camino de cambio y superación, se mete en el equipo deportivo del instituto y tras algunos desencuentros descubre su pasión por el atletismo. Esto es una ejemplificación del camino y esfuerzo que debe recorrer, metafórica y literalmente, una carrera en la que cae pero vuelve a levantarse hasta llegar al final de la película en el que luce con orgullo los colores de Rydell (por cierto, el edificio real de la escuela vista en Grease es el del Venice High School de Los Ángeles).

Puede, y debe, mentarse también el caso de Frenchie, la tímida estudiante de peluquería que por una epifanía decide no seguir el camino fácil y terminar sus estudios. Una elección que no es sencilla, pero que viene avalada por un ángel de la guarda con el rostro de Frankie Avalon, y que de hecho tiene tal fuerza que ella será la única de los protagonistas que está presente en la olvidable secuela que se estrenó en 1982 en la que aparece (pasando a ser Frenchy, en lugar de Frenchie) al igual que otros personajes más secundarios como la señorita McGee (Eve Arden) o el entrenador Calhoun (Sid Caesar).

Lucha por tus sueños

Varios de los puntos escritos en los párrafos anteriores podrían encajar perfectamente en este apartado, ya que en esencia gran parte del filme trata sobre esto mismo, sobre luchar por los sueños aunque todos digan que no será posible. Pero si hay una escena que sobresale más que todas las demás en este aspecto es sin duda alguna cuando cantan la divertida Greased Lightnin, que en el musical es el momento de lucimiento de Kenickie pero en el Grease fílmico se lo quedó Danny.

De nuevo el apoyo de Danny a Kenickie está ahí, y tras haber recibido negativas de los otros T-Birds sobre lo imposible de arreglar el auto todos se ponen manos a la obra para lograr que tenga una nueva vida, de la forma más literal posible. Así, sin rendirse ante lo complicado y duro de la tarea, se logra cumplir un sueño que parecía inalcanzable tan solo unos minutos antes.

La sinceridad por encima de todo

Y terminan estas líneas de la misma forma en que todo empezó, con esa preciosa escena de la playa en la que Danny se ha mostrado sincero con Sandy y han vivido un maravilloso romance que parece romperse tras su reencuentro. Él prefiere quedar como un tipo duro ante sus amigos, a los que además ha mentido descaradamente sobre cómo era ella y el tipo de relación que tuvieron durante el verano. Por supuesto que todo termina bien, pero solo es después de que él se disculpe y se muestre según es. La sinceridad es la clave, el arma y la llave.

Esto mismo es algo que también sucede con la pareja formada por Rizzo (¡Salve, gran Stockard Channing!) y Kenickie, quienes a lo largo de todo el filme van y vienen en un tira y afloja bastante tóxico, un poco a lo perro del hortelano, que solo llega a buen puerto cuando los dos dejan atrás sus dudas, miedos y se abren de verdad. O dicho de otra forma, y referenciando a Rick y Morty, se dejan de mierdas.

Grease Is the Word

Hay muchos motivos para ver Grease, bien sea por la música, por sus actuaciones, por la puesta en escena, por su mensaje, por lo divertido e irónico que es todo y más, pero lo que importa es que hay que verla, disfrutarla y después volver a verla una vez más.

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