Cartel de la obra de títeres La ratita presumida
El teatro puede darnos muchas cosas e incluso puede hacerte creer que una ratita de peluche vive toda una aventura.

Sábado de carnaval. Un sábado de carnaval soleado y extrañamente caluroso. Los adultos están tomando algo en la terraza de un bar y los pequeños juegan en el parque, algunos disfrazados para conmemorar la fecha. Pero otros aguardan impacientes a que se abran las puertas para poder entrar en el reino de la fantasía, de la ilusión y, sí, de la magia.

La cita era a las 18:00 cuando la primera función de La ratita presumida daba comienzo en el Teatro Arbolé, toda una institución en Zaragoza, a cargo de la compañía Tropos de Madrid. Alboroto, gritos, risas y el habitual repertorio de sonidos que hay en una sala atiborrada de padres e hijos, abuelas y nietas, de mayores y niños que esperan ansiosos que comience la función.

Y qué función, ha sido estupenda para unos y para otros. Los más pequeños se dejaban llevar por la historia que tan bien conocemos todos (algo remozada para actualizarla), ensimismados por la fábula veían vida en unos títeres entrañables y con ellos participaban de la magia del teatro. Una magia que les ha hecho aplaudir, asustarse, carcajearse y al final salir de la sala con una sonrisa en el rostro.

No solo ellos, los adultos que estábamos allí (y hemos querido entrar al juego) también hemos sentido lo mismo. Hemos visto desaparecer a los marionetistas para contemplar sobre el escenario tan solo a los personajes, hemos cantado y dado palmas e incluso, a pesar de conocer el desenlace final del cuento, hemos temido por la pobre ratita que tan solo quería un lazo nuevo. Ella aprende una lección, la misma que los niños, que no hay que dejarse llevar por las apariencias pero también de lo importante de la amistad y la sinceridad.

¿Y solo yo he visto reminiscencias de Concha Velasco en La verbena de la Paloma en la coqueta roedora? Quizá mi mente ha querido que fuera así, lo que sin duda sí había era un homenaje más que directo a Jorge Negrete en Allá en el Rancho Grande a través del personaje de la rana, anfibio que en un momento entonaba con acento de México “Allá en la charca grande (…) había una ranitaaaa”.

El teatro puede darnos muchas cosas, es una experiencia muy completa que abarca todo un abanico de posibilidades, pero sin duda lo mejor que tiene el teatro es que te hace disfrutar y soñar. E incluso puede hacerte creer por un rato, sin importar la edad que tengas, que una ratita de peluche vive toda una aventura.

https://youtu.be/WHQ2mJ5QvEA

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