Hulk es uno de los personajes más reconocibles y emblemáticos de Marvel Comics. Esto es debido tanto a su muy característico aspecto, un enorme gigante verde, como a la exitosa serie de televisión que protagonizaron Bill Bixby y Lou Ferrigno entre 1978 y 1982, con diversas secuelas en formato de telefilme que extendieron la saga hasta 1990.
Por todo ello no es de extrañar que ya en 1998 se intentase llevar al coloso esmeralda a la gran pantalla, aunque el proyecto naufragara, y que tan solo un lustro después realmente se consiguiera con Ang Lee como director de un proyecto que no dejó a nadie indiferente. Y una vez más, otros cinco años más tarde, llegó una nueva historia que puede (o no) considerarse una secuela de la anterior, en este caso con Louis Leterrier como realizador y un enfoque diferente en la propuesta.
Desde entonces Hulk no ha tenido ninguna producción propia, pero eso no ha evitado que siga siendo popular y reconocible, algo a lo que también ha ayudado su participación habitual en las películas de Marvel Studios ya sea al lado de los Vengadores o peleando con Thor en el espacio. Casi siempre con la premisa preconcebida de este ser como un monstruo de temible poder, un coloso de color verde con la mente de un niño irascible que apenas habla o directamente gruñe.
Precisamente esta es la idea que mantiene John Byrne en todo momento en el tomo Holocausto en la tierra de Dios, un relato en el que el autor (en esta ocasión ejerce solo como guionista), intenta recuperar la esencia más clásica del personaje, o al menos la más popular del mismo. Y lo logra, no puede decirse otra cosa.
Aquí Hulk es más Hulk que nunca, es a la vez aterrador y entrañable, Bruce Banner aparece como un hombre incapaz de controlar su destino, a su paso deja caos y destrucción, enfrentándose además a La Cosa y Lobezno (ya que hablamos de clásicos), con la aparición estelar de Hulka y Doc Samson, dos de sus aliados más habituales y sin los que su historia no sería la misma.
En este intento de recuperar un sabor clásico pero actualizado, la elección de un villano claramente tenía que venir de forma directa de las páginas que realizaron Stan Lee y Jack Kirby, siempre hay que ir a la fuente. y en más de una ocasión John Byrne ha dejado claro que es un gran admirador del Rey del cómic. El ganador resultó ser Tyrannus, aparecido por primera vez en The Incredible Hulk número 5 de 1963, un malvado inmortal que si bien no ha logrado estar tan presente como el Líder o la Abominación, ambos presentes en el filme de Louis Leterrier, también ha tenido su buena dosis de encuentros con el gigante verde que siempre han terminado en una inevitable derrota.
Dicho esto hay que reconocer que aunque John Byrne fue capaz de insuflar una maravillosa nueva vida a héroes como Superman o los Cuatro Fantásticos, no consigue hacerlo del todo aquí y deja una aventura bastante criticada, pero que también resulta disfrutable en todo momento y a cada viñeta. Quizá, y por gusto personal, con el enfrentamiento con Ben Grimm por encima del resto de la historia, aunque si algo luce realmente bien es el dibujo de Ron Garney.
La labor del ilustrador es realmente espectacular, estaba en su mejor momento y da algunas de las imágenes más fabulosas (e icónicas) que jamás ha tenido Hulk en toda su historia. Realmente parece lo que debe ser, una enorme masa llena de poder, una furia incontrolable ante la que nadie puede defenderse, una criatura a la vez magnífica y aterradora, caos en estado puro.
Claro está, que el artista ya había demostrado, y volverá a hacerlo, su talento en el pasado y no podía haber duda de que lograría crear láminas magníficas. Esto es algo que cualquier lector habitual del Capitán América sabe, ya que ha sido bajo sus manos cuando el héroe abanderado ha lucido mejor que nunca, con una capacidad fascinante de saber mostrarle a la vez como la leyenda viviente y como un simple ser humano que solo da lo mejor de sí mismo.
El tomo se completa con Hulk: Chapter One, referencia más que directa de Byrne a su propio trabajo en la muy (por suerte) olvidada serie Spider-Man: Chapter One. Este es un número unitario en el que como guionista une su trabajo al del dibujante Lee Weeks para narrar de nuevo los orígenes del gigante; pero que al igual que pasó con el del trepamuros ha quedado relegado al ostracismo sin que nadie parezca tener interés alguno en recuperarlo.
Hulk: Holocausto en la tierra de Dios no es, ni de lejos, la mejor etapa del coloso esmeralda (menos tras el éxito de la aplaudida El inmortal Hulk) pero sí que tiene gran parte del sabor clásico del personaje. Su lectura es entretenida y divierte, el plan del villano es llamativo y excéntrico, y las horas pasan igual de rápido que las hojas. Si bien es cierto que las pretensiones de John Byrne para con esta historia no llegaron a cumplirse, de hecho la trama la terminarán cerrando Erik Larsen, Jerry Ordway y el propio Ron Garney, pero no por ello deja de ser un tomo ideal para un sábado por la tarde, una de esas aventuras menores pero necesarias para seguir expandiendo su mitología.