Jack Kirby, el hombre, puede haber muerto hace décadas, pero Jack Kirby, el creador, vivirá para siempre.

Siempre que hablo de Jack Kirby, ya sea aquí, en mi Twitter o en el canal, se me nota (y mucho) que soy un gran admirador de su trabajo y de su obra. Ha sido así desde que descubrí su talento en las ya muy lejanas colecciones de Classic X-Men y Classic Fantastic Four (además de a Steve Ditko con Classic Spiderman), que son las que terminaron de enamorarme para siempre del cómic de superhéroes.

Recuerdo leer con avidez esas páginas una y otra vez, nunca he dejado de hacerlo, al punto de que he tenido que recomprarme algún ejemplar de lo reventado que estaba. Y es que la fuerza de su trazo revienta la página, no hay otra forma de decirlo, sus siluetas bordean lo imposible, sus personajes son más grandes que la vida y nadie, prácticamente nadie, ha sabido dibujar al Doctor Muerte y a Kang igual que él (con la excepción de John Byne para el rey de Latveria y Carlos Pacheco para el malvado temporal).

Pero no solo eso, cuando ejerció como guionista de sus propias historias su mente no paraba, iba a mil por hora creando mundo tras mundo, cosechando idea tras idea, fabricando propuestas que otros no llegaban siquiera a imaginar. Esto es algo que Alan Moore homenajeó en su etapa en Supreme, en una preciosa y deliciosa carta de amor hacia Jack Kirby.

Al leer la miniserie de O.M.A.C., recopilada en España por ECC Ediciones, de nuevo nos sumergimos en un mundo imposible y lleno de posibilidades. Otra vez Jack Kirby juega a los dados y avanza página tras página como otros toman un café, es rápido y directo, la acción es desbordante pero también hay presente un cierta crítica a la sociedad de su momento.

Es más, tal crítica (por suerte o por desgracia, que cada uno saque sus propias conclusiones) sigue siendo perfectamente válida hoy en día a pesar del largo tiempo pasado. Y aunque a primera vista lo que presenta es O.M.A.C. es una realidad de blancos y negros, en una segunda lectura se aprecian los grises y se puede entrever de forma muy clara la propia idiosincrasia de su creador.

Resulta curioso pensar, y así lo aclara Mark Evanier en su prólogo, que la idea original era la de crear un Capitán América del futuro y narrar sus aventuras. Lo mismo que El Cuarto Mundo pretendía ser una epopeya con Thor y el resto de dioses de su panteón de Marvel Comics, y en ambos casos terminó haciéndolo para la empresa rival, para DC Comics.

Por desgracia, en su momento su talento había dejado de ser apreciado y, como sucede con muchas obras (como la serie Batman de 1966), tuvo que pasar el tiempo para encontrar de nuevo su lugar y una legión de fieles seguidores. Y es que Jack Kirby, el hombre, puede haber muerto hace décadas, pero Jack Kirby, el creador, vivirá para siempre. Y en O.M.A.C. está la prueba.

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