El festival Mutea de Zaragoza ha empezado de nuevo en el Teatro Arbolé y eso significa casi un mes para disfrutar de teatro de todo tipo de la mano de diferentes grupos de aficionados. Aficionados, amateurs, no profesionales… hay muchas formas de referirse a ellos, pero lo que ayer demostraron desde Trifulca Teatro es que el mejor término es amantes del teatro. Eso mismo fue lo que se pudo ver ayer en su representación de Y no quedó ninguno, que es lo mismo que decir Diez negritos.
Teatro inmersivo
Si bien la puesta en escena de esta versión de Y no quedó ninguno era escueta no por ello era débil, con unos pocos elementos aquí y allá (una mesa, un sofá, las figuritas al fondo…) se lograba crear el ambiente necesario pero es que en este punto partían con ventaja. Esa ventaja no era otra que el hecho de que los actores ya caracterizados como sus personajes paseaban y recibían a los espectadores en una antesala parcialmente oculta por el humo, mientras tanto en el interior de la sala dos que daban vida al servicio de la mansión limpiaban como si la ficción y la realidad se fusionara en una sola. Teatro inmersivo en toda regla.
De esta manera los componentes de Trifulca Teatro consiguieron que ya antes de empezar la función todos nos sintiéramos parte de la misma, estábamos dentro de ella y poco a poco subieron al escenario para que la trama avanzara. No hace explicar de qué trata esta obra ya que ha sido representada infinidad de veces, he de decir que yo mismo formé parte de un grupo de teatro que la puso en escena, pero cada vez que se hace es diferente. Un cambio aquí, otro allá, el asesino es el que menos se espera y en este caso además con unos pocos toques que la actualizaban para el mundo moderno (algo tan sutil como un móvil, un CD y una tableta, no hace falta más).
Hora y media de evasión
Puedo decir que durante la hora y media que duró la función los asistentes estaban atento a cada uno de los miembros del reparto, enganchados a su buena química, al humor ocasional y a los esperables giros de guion e incluso alguno inesperado como la presencia de la propia Agatha Christie dentro de su Y no quedó ninguno. Una llamativa novedad que puso a la autora frente a su público y frente a sus personajes, jugando de esta forma con el metalenguaje para crear una ilusión dentro de la ilusión. He decir que si bien disfruté toda la obra de esto más todavía.
De igual forma, y sin pretender hacer de menos al resto de intérpretes, confieso que el actor que se metió en la piel del veterano Capitán Phillip Lombard me conquistó por el buen hacer de su puesta en escena. El resto de miembros de la compañía no le iban a la zaga y todos ellos resultaban creíbles en sus papeles, con algún tropiezo ocasional más que perdonable y entendible. En realidad confieso que no esperaba el nivel que demostraron en lo que se supone que era una interpretación amateur, pero es lo que tiene el trabajo, el esfuerzo y una acertada dirección.
Desconozco que me encontraré en las próximas funciones pero puedo asegurar que Trifulca Teatro ha puesto el listón alto para todas las demás.