Última noche en el Soho es tan embriagadora como un buen perfume y tan adictiva como una droga de diseño.

Cuando terminó la proyección para prensa de Última noche en el Soho salí conmocionado por lo que había visto, estaba totalmente embriagado con la arriesgada y atractiva propuesta de Edgard Wright. Un filme potente, trabajado y cuidado, tan adictivo como tóxico, como un viaje a las tripas del Infierno, una caída al abismo que no te deja escapar y de la que solo quieres más y más.

La gran elección de actores, empezando por sus dos protagonistas Thomasin McKenzie y Anya Taylor-Joy, es solo uno más de los muchos alicientes que tiene el filme, aunque el contar también con Matt Smith, Terence Stamp y la siempre divina Diana Rigg lo convierte en uno de sus mayores ganchos. Es más, que una película que implica viajes en el tiempo, en cierta forma, en concreto a los años 60 use a Diana Rigg como la casera de la protagonista es toda una carta de amor a aquellos fantásticos años, no en vano ella fue la inolvidable Emma Peel en la igualmente inolvidable serie Los Vengadores. Lo mismo sucede con Rita Tushingham, la abuela de la protagonista, quien tuvo su gran momento en aquella década con trabajos como Doctor Zhivago y Un sabor a miel.

Y es que por encima de todo esta película muestra cariño, admiración y respeto por una década que jamás pasa de moda, Ya lo dicen en el filme, en los años sesenta Londres era el centro del universo. Y resulta complicado negarlo con producciones televisivas como la citada Los Vengadores, Doctor Who o El Prisionero, películas como Operación Trueno, Alfie o Un trabajo en Italia, o la gran popularidad de los Beatles, los Who y los Yardbirds, entre otros tantos.

La música, esa gran banda sonora de nuestra vida, cobra una enorme relevancia en Última noche en el Soho, siendo tan importante y protagónica como las dos jóvenes actrices, además de ser la responsable de dos de las escenas más emotivas de todo el filme: el baile entre Matt Smith y Anya Taylor-Joy, y el momento en que esta canta en una audición. La selección musical es realmente digna de aplauso, incluyendo entre su selección, y por encima de todas, You´re My World de Cilla Black que aparece en pantalla personada por Beth Singh.

No puede hablarse de esta película sin elogiar su fotografía e iluminación, más en un momento en el que casi por defecto la mayoría de películas cumplen más que sobradamente en este aspecto. Por eso las que destacan por encima de otras en este campo, como Supernova o Blade Runner 2049, lo hacen de manera sobresaliente y fantástica. El inteligente uso de rojo y azul, los juegos con espejos, el reflejo de las dos vidas que se narran, la deliciosa escenografía y el buen hacer de Marcus Rowland y Chung-hoon Chung (diseño de producción y fotografía) que es fabuloso.

El primero es un viejo colaborador del realizador, con el que ha trabajado en sus ya clásicos Zombies Party (Una noche… de muerte), Arma fatal y Bienvenidos al fin del mundo y también en Baby Driver, además de en la muy recomendable biopic Rocket Man. El segundo quizá resulte menos conocido, pero ha formado parte de filmes tan aplaudidos como La Doncella e It, además de en la serie Obi -Wan Kenobi (de próximo estreno).

Por supuesto todo está al servicio de la historia, de una trama que engancha y engaña al espectador a partes iguales. Una idea realmente original que usa para sus propios fines los tópicos del cine, convirtiéndolos en algo nuevo y mostrando al público en todo momento dos caras de una misma moneda sin que este llegue a ser realmente consciente de ello. Esta no es una historia de héroes y villanos, aquí no hay blancos y negros que valgan, el mundo es gris y también lo es esta película, con momentos de luces y sombras, equívocos, dudas y miedos.

La mezcla de todo esto hace que Última noche en el Soho sea tan embriagadora como un buen perfume y tan adictiva como una droga de diseño. Una parada obligatoria para todos los amantes del buen cine, del terror y de los viajes en el tiempo.

Es Edgard Wright, eso es todo.

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