Ahora puede decirse, ahora es verdad: ¿Cazafantasmas? Sí, hemos vuelto.

No exagero si digo que llevo literalmente toda la vida esperando la llegada de una tercera parte de Los Cazafantasmas, y es que la primera se estrenó el año de mi nacimiento, la segunda un lustro más tarde y ambos filmes han estado siempre ahí para mí (y para muchos otros). Recuerdo claramente que eran dos películas que disfrutamos en familia varias veces, aunque la pasión por las mismas venía principalmente por mi padre y solo dos de los cuatro hermanos caímos enamorados ante ellas.

Son ya varias generaciones las que nos hemos criado, crecido y convertido en adultos admirando estos dos títulos, anhelando la llegada de una nueva entrega y llorando cada vez que ese proyecto se abortaba. Quizá por eso mismo Jason Reitman ha querido centrar su película en la familia, por un lado la que conforma el equipo original, por otro la que crea el legado de Egon Spengler con un nuevo grupo encabezado por su nieta pequeña, y a su lado su hermano y dos amigos.

De hecho, es que esto mismo sucede en la propia dirección de Cazafantasmas: más allá, y es que Jason Reitman es hijo de Ivan Reitman, director de las dos originales, y aquí ese viejo refrán de “de casta le viene al galgo” es más que adecuado. No en vano Jason Reitman ya había demostrado sus dotes como realizador y guionista en la muy aclamada Juno (escrita por Diablo Cody) o Up in the Air (Amor sin escalas), además de una tener una vis cómica fantástica como muestra Gracias por fumar.

A su lado, como coguionista, se encuentra Gil Kenan, quien ha estado detrás de las cámaras en Monster House y City of Ember: En busca de la luz. Ambas películas enfocadas a un público infantil, con su toque de aventuras y la última de ellas con Bill Murray como uno de los personajes de la cinta, todo esto le hace ser el perfecto compañero para Jason Reitman en una película que debe tener humor, aventura, seres espectrales y que se encuentra protagonizada por una niña.

No una niña cualquiera, la nieta de Egon Spengler que comparte con su abuelo una mente genial y cierta incapacidad para gestionar, y mostrar sus emociones. Pero al igual que él es valiente y curiosa, contagiando esa vitalidad a todos los que se cruzan con ella. Para dar vida a esta jovencita se ha contado con McKenna Grace, actriz que desconocía totalmente hasta este visionado y que debe decirse que es lo mejor de todo el filme.

Se come la película, esto es un hecho. Su actuación no deja a nadie indiferente, logra en todo momento soportar sobre sus hombros la carga principal de la historia, mientras viaja sin problema por entre la mitología de los Cazafantasmas, actualizando a la franquicia y abriendo las puertas al futuro de una forma que ni de lejos lograron en 2016 Melissa McCarthy, Kristen Wiig, Kate McKinnon y Leslie Jones (y eso que su versión, con dirección de Paul Feig, era divertida y recomendable).

Es cierto, y también debe decirse, que en esencia Cazafantasmas: más allá es, en cierta forma, una revisión de la primera película al igual que El despertar de la fuerza lo fue de La guerra de las galaxias. El motivo de ello es claro y evidente: hay que volver a las raíces, hay que regresar a un tipo de cine más sencillo y familiar. No solo eso, hay que lograr que el público que idolatra las dos primeras entregas también caiga rendido ante esta tercera aventura, pero también mostrar de forma clara el pase de antorcha que abra la saga a las futuras generaciones.

Y se consigue, vaya si se consigue. Una película que hace reír y llorar, que estremece y divierte, que desmitifica por completo a los personajes clásicos para después elevarlos, todo ello protagonizado por una niña que todos habríamos querido tener como amiga cuando éramos pequeños.

Ahora puede decirse, ahora es verdad: ¿Cazafantasmas? Sí, hemos vuelto.

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