Supernova no es una película de fin de semana, no es un filme para evadirse y desconectar, es todo lo contrario.

La vida está llena de despedidas y de momentos únicos. Al final todo lo que sentimos y padecemos es un viaje con un destino, un destino que es el mismo para cada persona pero que es diferente en los detalles y en con quién compartimos el tiempo que se nos ha concedido. Eso mismo es lo que Harry Macqueen cuenta en su segunda película titulada Supernova. Una historia de una despedida, de un adiós inevitable al que todos, antes o después, nos enfrentaremos. Lo hace a través del amor, de la confianza y de la amistad, sin adornos y sin mentiras en una propuesta totalmente sincera que va de frente desde el primer momento.

A esto ayuda el guion, que él mismo firma, y por encima de todo la perfecta elección de sus actores protagonistas. Colin Firth y Stanley Tucci dan vida a Sam y Tusker, una pareja de muy larga duración, dos hombres a los que la vida pone a prueba su fortaleza pero sin llegar a romper su amor en ningún momento.

Su interpretación es medida y acertada, metiéndose realmente en la piel de sus personajes y consiguiendo en todo momento que el espectador navegue con ellos por este mar de emociones, de dudas, miedo y, ante todo, amor y confianza.

Hay que elogiar, muy merecidamente, la fotografía de Dick Pope. Pero claro está, hablamos de un veterano que ha dejado su huella en títulos tan conocidos y recomendables como El ilusionista o El secreto de Vera Drake, como suele decirse “la experiencia es un grado” y él lo demuestra en cada plano de Supernova.

Este filme es sincero y directo, no adorna nada y ahonda de forma clara en los sentimientos y dudas que todos tenemos en nuestra vida. No pretende más que contar una historia, la de Tusker y Sam, conmover al espectador y hacer que este reflexione.

Lo logra, con creces y para muestra, un botón: el terminar el pase de prensa y empezar los créditos finales nadie se movió, no se oía nada, todos los asistentes nos quedamos quietos en nuestras butacas dejando que lo que habíamos visto se asentara.

Supernova no es una película de fin de semana, no es un filme para evadirse y desconectar, es todo lo contrario. Y en un momento en que las pantallas están llenas de superhéroes y grandes espectáculos, se agradecen propuestas que vayan más allá.

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