Personalmente siempre he considerado a Janet Van Dyne y Hank Pym dos de los mejores personajes de Marvel Comics. Puede que sea ya que su don consiste en hacerse pequeños mientras otros se vuelven enormes bestias de poder, crean armaduras increíbles o son literalmente dioses caminando entre hombres. Ellos, en cambio, se hacen pequeños. Pero eso no ha sido un problema para que estén entre los grandes, para que sean parte de los Vengadores, para que hayan ayudado a salvar al mundo una y otra vez.
Es cierto, Hank Pym (Hombre Hormiga, Chaqueta Amarilla…) es también el responsable de la creación de Ultron, algo que solo le ha causado dolor (metafórica y literalmente). Pero esto es solo una muestra más de los muchos cambios y vivencias que ha tenido el personaje. Y por supuesto, Janet Van Dyne, la adorable Avispa, es junto con el Capitán América el mejor líder que jamás ha habido en los Vengadores. Es cierto, empezó como poco más que una comparsa pero en sus orígenes se dejaba claro que era una mujer fuerte que tomaba sus propias decisiones, aunque claro está que eran los años sesenta y en Marvel Comics las superheroínas eran de cierta forma.
Un rico legado
Ambos héroes han tenido sus más y sus menos, además de una relación más que convulsa, pero también un muy rico legado que ha conllevado de forma inevitable en tener herederos. Esto es precisamente en lo que se apoya Al Ewing en las dos obras en homenaje a ellos, Siempre Hombre Hormiga y Siempre Avispa. En el caso del científico lo hace con un viaje en el tiempo, algo que como lector siempre logra enganchar, y los diferentes hombres que han llevado el nombre de Hombre Hormiga a la batalla (en parte es inevitable notar ciertas evocaciones a lo que fue El ejército del Capitán América).
Si hablamos de la rica heredera y diseñadora de moda la forma de rendir el homenaje es más cercana y palpable, con una historia en la que se une con hija que en realidad lo es de Hank Pym y su primera esposa. Pero Janet la considera de tal manera, es su hija y nadie le dirá lo contrario. Y está orgullosa de ella, tanto como la joven Nadia lo está de vuelta para con ella pero también de su padre, con lo bueno y lo malo que hizo. Ambas se meten de lleno en una aventura que amplía su universo y su mitología, entroncando directamente con el pasado y abriendo la puerta para el futuro.
Dos cómics muy recomendables
Si bien he de decir que he disfrutado más con Siempre Hombre Hormiga, algo que me ha sorprendido ya que daba por hecho que lo haría con Siempre Avispa, hay que reconocer que ambos tomos son recomendables. Una buena lectura en la que el guionista sabe hacer bien su trabajo, los dibujantes están a la altura de lo esperado y que como parte completista del tomo se añaden al mismo algunas páginas del lejano pasado para que el lector que no conozca las referencias (seamos sinceros, sus aventuras nunca han sido tan populares como las de Spiderman, por ejemplo) pueda tener a mano toda la información.
La única pega, a mi modo de ver, es que si bien la historia de Hank Pym y compañía es un ente completo que empieza y acaba, no sucede del todo así con la de las Avispas. La trama principal, la que une a las dos heroínas, se cierra pero otro tanto queda abierto lo que hace que la experiencia no sea todo lo satisfactoria que podría ser. Aunque claro, este es el mundo del cómic de superhéroes y el show siempre debe continuar, así que tampoco es algo que pillará a nadie por sorpresa.
Siempre Hombre Hormiga y Siempre Avispa es un más que merecido homenaje a dos pequeños héroes que se cuentan entre los grandes. Y es que, como dijo Reed Richards, “En este vasto universo el tamaño es relativo”.