Theatre Properties, Atresmedia y Grupo Eventix han traído a Zaragoza Peter, El Musical, una adaptación del famoso personaje clásico inglés de J. M. Barrie, Peter Pan, en una producción, como ellos aseguran, 100% española, que se estrenó en la ciudad el 27 de diciembre y estará hasta el 4 de enero en el Palacio de Congresos, en la zona de la Expo.
La obra dispone de una escenografía muy cuidada, sobre todo en las representaciones de las calles de Londres, con iluminación de las ventanas incluida, y el interior de la casa de la familia Darling, con una decoración muy rica, completa y cuidada, que te hace olvidar que se trata de una composición por módulos. Esto contrasta, en cambio, con la escenografía de Nunca Jamás, que es más bien sobria y minimalista. No obstante, hay que reconocer que, aunque se aprecie una menor presencia de elementos en el escenario, junto el apoyo de la proyección de fondo aporta la ambientación suficiente para ubicarse en cada momento.
Personajes clásicos e inmortales
Los personajes están muy bien trabajados. Wendy Darling logra mostrar ese carácter de niña bien, educada, pija y repipi, preparada para ser madre algún día, en buena contraposición con el salvajismo y la libertad, lejos de las normas, de Peter Pan. Este personaje, protagonizado por una actriz, como en la representación clásica, con sus maneras más brutas, a diferencia de los delicados movimientos de Wendy, te llevan a ver, sin duda alguna, al niño que no quiere crecer. Aunque la alta velocidad de habla de Peter hizo que hubiera que esforzarse en seguirle durante la primera mitad de la obra.
No podemos olvidar al gran Capitán Garfio que, si bien es una interpretación que cumple, hay que reconocer que pierde fuerza con los tintes pop de las canciones. Ganaría más potencia si ese desgarro y maldad que muestra al hablar no lo perdiera en los fragmentos agudos de las canciones. Aunque también ayudaría que la música fuera más rock. Se adecuaría más.
También me gustaría destacar la interpretación de Tigrilla, con un estupendo manejo de la expresión corporal, y de Tootles, con una buena expresión de esa brusquedad típica de un niño perdido, criado sin madre, y muy digno sustituto de Peter. Y a Nana, la perra niñera de los niños Darling que saca sonrisas en todo momento y cuya expresividad reconocerá cualquiera que tenga perro.
Composiciones originales y coreografías cuidadas
Las coreografías eran adecuadas, aunque una depuración de movimientos en cuanto a coordinación haría la experiencia más redonda. No obstante, me gustaría destacar el baile de los indios, que, no solo fue bonito estéticamente con el juego de luces, sino que fue el más acrobático, más coordinado y más disfrutable.
No podemos olvidar la música, que, si bien se trata de composiciones musicales originales, y se aprovecha para modernizar la representación, hubo encuentros desafortunados como la escena de las sirenas (personajes a los que no se les saca nada de partido) cantando un reggeaton (aunque habría que revisar los niveles de la música, cuya base superaba la voz de las actrices) o la inclusión de Smee bailando SloMo como gag, que, si fue más desconcertante que divertido.
También fue desconcertante la inclusión de acento de dos de los personajes: la institutriz inglesa, cuando nadie más en la familia lo tiene, y el Señor Smee, que habla con forzado acento andaluz en un anacrónico intento de ser un elemento cómico. A mi entender, ninguno de los dos tiene sentido.
Con todo, el público disfrutó, hubo risas y aplausos. Nos emocionamos cuando la vida de Campanilla peligraba y todo el Palacio de Congresos (excepto algún aguafiestas) se puso en pie y cantó para salvarla. Una representación con momentos interactivos que, con sus más y sus menos, entretuvo a los espectadores.