Clint Eastwood vuelve en un papel hecho a su medida

En su momento Clint Eastwood anunció que dejaba la actuación, pero todos sus seguidores sabíamos que solo sería cierto siempre que no se le pusiera por delante una buena historia que le llamara la atención.

Justo ha sido así, y con casi noventa años se lanza de nuevo a un papel protagonista para el que tiene la edad perfecta. Interpreta en Mula al solitario Earl Stone, que es el sosias cinematográfico de Leo Sharp ya que toda esta historia se basa en un hecho cierto, demostrando de nuevo demuestra que la realidad siempre supera a la ficción.

Este hombre pasó a trabajar al servicio de la mafia de la droga, logrando ser el mejor de sus conductores y finalmente ingresando en prisión debido a esto mismo. Esta es precisamente la trama que presenta Eastwood, con guión de Nick Schenk, en la que no duda meter algunos de sus habituales temas y tópicos, como las relaciones familiares, la carretera, una visión ácida (y veraz) de América y cierta de incorrección política, algo que en general el Hollywood de hoy en día no suele permitirse.

De esta forma el director rinde homenaje y repasa, a su forma toda su carrera, como ya hizo en Gran Torino. Pero también sabe salir de todo ello y crear un personaje diferente a lo que podría esperarse, un hombre que va de un extremo a otro; que aparecerá en escena como alguien que deja de lado a su familia sin problema alguno, pero que también resulta ser encantador y simpático de forma natural. Sencillamente el actor construye a una persona real, llena de matices, con buenas y malas decisiones en su haber resultando en ocasiones ser las mismas.

Si bien es cierto que a pesar de sus bondades, y un elenco envidiable (en el que por gusto personal he de destacar a Andy García como un delicioso capo del narcotráfico), peca de ser bastante predecible y pasar por lugares comunes; lo que no hace que por ello sea menos disfrutable o recomendable, siendo a fin de cuentas un western crepuscular con toques de road movie en la que lo que importa es el aprendizaje y, por supuesto, el viaje en sentido literal y metafórico.

Todo ello rodado y mostrado al espectador de la manera en que este director, para muchos el último director clásico que sigue en activo, sabe y ya ha perfeccionado. Es sencillo en sus planos, no entra en artificios, se adentra en lo cotidiano del protagonista y de su pequeño mundo, un mundo que en ocasiones es una vida por disfrutar a cada instante y en otros una cárcel que él mismo ha erigido.

Clint Eastwood, no hace falta decir más.

[sgmb id=”1″]

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *