Los Picapiedra apareció en las pantallas del mundo en 1960, logrando ser una exitosa serie que estuvo algo mas de un lustro en antena. Tras esto llegarían varios productos derivados, películas, adaptaciones en acción real, merchandising de todo tipo y una fama que jamas decaería.
Cierto es que esta familia como producto en sí no goza del aplauso de antaño, pero igual de verdad es que el paso del tiempo no hace mella en este clan (y sus amigos los Mármol), siendo hoy en día igual de reconocibles que entonces.
El motivo es que ya en su tiempo el trabajo tuvo unos buenos guiones bañados en una no muy oculta sátira, suave pero ahí estaba, personajes muy carismáticos con Pedro Picapiedra a la cabeza, historias divertidas que logran funcionar más allá de la inmediatez tan habitual de la actualidad, además de esa sociedad prehistóricamente evolucionada en la que se veían reflejadas todas las bondades y males de la clase media (no solo la americana).
Gracias a este elemento se logró crear un humor muy personal, incluso adelantándose en algunos momentos a otros productos de los sesenta, que es revisado por Mark Russell en la miniserie (editada en formato integral por ECC) titulada simplemente como Los Picapiedra. El escritor bebe muy directamente del éxito creado por los estudios Hanna-Barbera, pero llevándolo hasta las preocupaciones y absurdos del día de hoy.
Este giro, que no es más que ser fiel a la idea más básica de la serie televisiva, ha hecho que el guionista fabrique una narración ácida y brillante, llena de matices y una crítica que es a la vez mordaz e hilarante. Seguramente de lo mejor que el lector va a encontrarse en su tienda, pudiendo competir en calidad e interés con obras de aplaudido prestigio como Mr. Milagro de Tom King y Mitch Gerards (lanzado también por ECC) o La Visión, también de Tom King en compañía del ilustrador Gabriel Hernández (y vendido en España por Panini Comics).
El tratamiento que hace Russell de los personajes es apasionante y respetuoso, son totalmente reconocibles como los iconos que son pero a la vez se muestran totalmente nuevos y accesibles a un público que quizá no está familiarizado con ellos. Para lograrlo nutre a todo el universo, más bien el pequeño pueblo de Piedradura, de una vida propia, con un pasado establecido y la idea de que la civilización es algo bastante reciente, quizá hasta un error en palabras del matrimonio Picapiedra.
Si su trabajo es bueno, brilla todavía más gracias al muy acertado dibujo de Steve Pugh y Rick Leonardi. El primero es conocido por su labor en Hellblazer o Animal Man, dos series bien recomendables, y del segundo puede citarse su trabajo con personajes de relevancia como Superman, los X-Men o Spiderman, ocupándose en este caso solamente de uno de los capítulos que componen el total de la obra.
Pero los autores van más allá, no se contentan con narrar las peripecias de Pedro y su inseparable Pablo, como solía pasar en la serie clásica. Exploran al resto del reparto dotándoles de fondo y profundidad, desde el señor Rajuela (el dueño de la cantera en la que trabajan los protagonistas) a Betty y Vilma que se muestran aquí más tridimensionales que nunca, hasta llegar también a los electrodomésticos que usan, que no hay que olvidar que en realidad son animales que en ocasiones rompían con alegría la cuarta pared en la producción animada.
Los Picapiedra es un título ingenioso y mordaz, inteligente y atrevido, una maravilla de lectura obligada. Uno de los mejores cómics del momento.
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