Lambert Wilson y Grégory Gadebois, los dos protagonistas de Las cosas sencillas
Las cosas sencillas. Así se llama esta comedia francesa, con algún punto de drama, y así podríamos enfocar siempre nuestra vida. ¿No sería todo mejor si las cosas fueran sencillas? ¿Si no complicáramos todo tanto? ¿Si eligiésemos nuestra felicidad por encima del qué dirán? ¿Si solo intentáremos ser en vez de parecer? Ser adulto no es fácil y tampoco lo es la vida, pero podemos intentar que sea más sencilla.
Ese es el mensaje que subyace tras la hora y media de metraje de este filme, que podemos hacer que todo sea más sencillo. Podemos quitarnos tonterías de encima, bagajes previos, miedos y dudas, los susurros de otros, las inquietudes y las miserias para centrarnos en lo que importa, en nuestra felicidad y el bienestar de los que nos acompañan en la vida. De verdad, hagamos las cosas sencillas, nos lo merecemos.
Dos brillantes actores
En un filme como este todo depende de los actores que lo sostienen. No hay artificios, no hay efectos especiales, no hay grandes tramas de conquistas espaciales, no hay monstruos de ningún tipo, no hay nada más que ellos dos y el mundo que les rodea. Por eso es de capital importancia que los intérpretes protagonistas sean capaces de sacar adelante el metraje, de dar una gran variedad de interpretaciones y matices, de ser a la vez gruñones y divertidos sin dejar de ser torpes y encantadores. Tienen que ser humanos, tienen que ser personas y si no lo logran nada de lo que se cuente tendrá importancia.
Por suerte esto queda en mano de los talentos de Lambert Wilson y Grégory Gadebois, todo un acierto que hace que una película que podría ser una más pase a ser una delicia totalmente disfrutable, estupenda y muy de agradecer. Para muchos el primero quizá sea recordado como Merovingio de la saga Matrix pero es solo uno de sus papeles de una larga carrera empezada a finales de los 70; y si bien el segundo tiene muchos menos años en su haber (desde 2002) no le va a la zaga con un historial de casi un centenar de producciones.
Más guionista que director
En las labores de guion y dirección tenemos a Éric Besnard, profesional que ha estado más involucrado en escritura que en realización. Así de él se pueden destacar Despierta la furia, El emperador de París o Pastel de pera con lavanda que también dirige. En este aspecto se pueden mentar los títulos La sonrisa del payaso y Mes héroes, entre otros a los que se añade ahora Las cosas sencillas y en próximas fechas Louise Violet, que actualmente está en postproducción.
En Las cosas sencillas el realizador se nutre del trabajo de sus dos actores, y un puñado de secundarios de breve aparición, para recordar que el mundo es mejor de lo que solemos pensar. Lo hace además sacando buen partido de la montaña en la que ambos deben convivir que es igual de importante y protagónica que ellos dos, con algunos momentos y planos realmente preciosos que llaman a desear pausar la proyección y quedarse en silencio y solos en el cine mientras el resto del mundo sigue girando.
El valor de la amistad
Este no es un filme que vaya a cambiar la historia del cine y tampoco pretende hacerlo, nada de eso. Lo que sí quiere es contar una historia sencilla de dos personalidades distintas que puede que no lo sean tanto, una narración vital de descubrimiento, superación, ayuda y amistad, de qué es importante y qué no lo es, de qué queremos en nuestra vida y qué debemos dejar fuera. Y por supuesto, de bañarnos en el cielo si es que nunca lo hemos hecho.
Las cosas sencillas es, como su nombre adelanta, una película sencilla que no quiere engañar a nadie. Entretiene a la par que reflexiona, todo sustentado en dos estupendas actuaciones por parte de Lambert Wilson y Grégory Gadebois con un diálogo divertido e ingenioso que podría ser sacado de cualquier conversación entre amigos, o entre dos extraños que están destinados a serlo. Y es que la amistad es algo muy sencillo y celebrarla debería ser obligatorio.
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