Por mucho que queramos la ficción nunca supera a la realidad y como clara muestra de esto tenemos el cómic La desaparición de Josef Menguele que ha publicado Planeta Comic de forma reciente. Una adaptación de la novela de Olivier Guez llevada a cabo por Matz, al guion, Jörg Mailliet, al dibujo, y Sandra Desmazières, al color. Una mezcla de talentos y de ficción histórica que dan como lugar una lectura inquietante, adictiva y, tristemente, muy real.
Para el que no lo tenga por la mano Josef Menguele es uno de los nombres más conocidos del nazismo por sus muchos horrores, no en vano era apodado como el Ángel de la muerte. Médico de formación fue destinado al campo de Auschwitz en el que seleccionaba quién viviría y quién no, además de realizar experimentos que solo pueden ser catalogados de monstruosos con especial interés en la biología de los hermanos gemelos. No se va a detallar qué hizo, es un tema desagradable que cada uno puedo investigar por su cuenta, pero a alguien no se le considera el Ángel de la muerte por nada.
Aires de muerte teñidos de ocre
Es precisamente la muerte la que está siempre presente en las páginas de La desaparición de Josef Menguele, sus alas revolotean y se la puede ver por el rabillo del ojo. La de los que murieron a sus manos, la de sus compañeros nazis, la que él mismo teme sufrir… Un sentimiento agotador y claustrofóbico que con maestría ejecutan los autores de esta obra, que aunque tenga como protagonista a Josef Menguele no se pretende que despierte simpatía en ningún momento. Era un monstruo y como tal se le presenta.
A este fin ayuda no solo el meticuloso guion de Matz y el oscuro dibujo de Jörg Mailliet, otro tanto se debe a la muy acertada paleta de colores elegida por Sandra Desmazières que desde un comienzo parece decir “Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate” (“Abandonad toda esperanza, quienes aquí entráis”). Tonos ocres que en ocasiones suben al rojo casi para emular la sangre, que se mezclan con los grises que lo llenan todo hasta llegar a un final de un azul liberador cuando el temido médico encuentra, por fin, su muerte. Una muerte que fue ocultada y no celebrada, tras décadas de evitar ser juzgado por sus crímenes y eludir una justicia que reclamaba su cabeza.
La desaparición de Josef Menguele no es una lectura bonita y tampoco agradable, es un golpe en el estómago que te tira al suelo y luego te remata de una patada. Pero a pesar de ello, del rancio aroma a muerte y depravación que desprenden este tomo uno solo quiere seguir leyendo sin parar hasta que se terminan las páginas. Y en ese momento respirar aliviado pues a todo cerdo le llega su San Martín.
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