Salgo blandito de la sala, lo reconozco. Sabía que en algún momento, tarde o temprano, daría con una película que me haría difícil escribir sobre ella. Lo que no sabía es que fuese tan pronto. Lo que menos sabía es que fuera La Casa.
Voy a confesar que, cuando salí del pase, apenas presté atención a todo el ruido que había allí de cara a las entrevistas para presentar el filme. Sólo tenía una idea en la cabeza: salir de allí para escribir a mi familia y decirles que les quería.
Esta película va justo sobre eso: una carta de amor a la familia. A cualquier familia, por disfuncional que sea en su desarrollo. Se me hace muy difícil pensar que haya alguien que no reconozca algún retazo de la historia que se cuenta o a alguno de sus personajes. Familias diferentes hay miles, eso es una obviedad.
Otra obviedad sería descubrir hoy el enorme talento que tiene Paco Roca, el creador de esta historia. No se hasta que punto el autor está acostumbrado ya al veloz ritmo de adaptación de sus obras pero no es de extrañar. Paco es uno de los mejores artistas que hemos tenido y tendremos en nuestra cultura, lo que hace muy fácil pagar cada uno de los céntimos que vale su trabajo.
¿Cuánto se parecen el original y la adaptación?
Releí la publicación original de La Casa, de la Editorial Astiberri, poco antes de ver la película. Pensaba que cometía un error, ya que pensaba que si la adaptación era un mero calco de la novela gráfica, perdería el interés y el tiempo… ¡Qué equivocado estaba!
La película se basa en la novela, claro que sí, pero además del parecido, hace crecer la historia y consigue emocionar de otras muchas maneras. Me ha producido un viaje por los recuerdos de mi infancia, añorando a mis abuelos aún más de lo que hago a diario.
Todo esto está empujado por medio del gran «duelo» interpretativo entre David Verdaguer y Óscar de la Fuente, acentuando la vieja idea de «con mi hermano no se mete nadie, salvo yo».
Un filme en apariencia sencillo, que esconde un gran trabajo técnico (que incluso incluye deepfake), una banda sonora que te mece durante el viaje y un elenco actoral que crea unos personajes humanos llenos de aristas.
Solo puedo agradecer a Paco Roca, Alex Montoya y Joana M.Ortuela, el crear y hacer grande una historia tan universal que le será difícil envejecer de mala manera. Un paseo por un montón de preciosas emociones.
Como último consejo, si me lo permitís: llamad a los vuestros para charlar o decirles que les queréis. Nunca sabes cuando podrás dejar de hacerlo.
Y abrazadles. Pero no menos de siete segundos, o no cuenta.
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