Frost, perrito de aventuras, en el desierto

Frost, perrito de aventuras, en el desierto

Sigue la historia de Frost, perrito de aventuras.

En el desierto es importante poder refugiarse, así que Frost, perrito de aventuras, desmontó las alas para quedarse con la tela y unos soportes para hacerse un techo. Además sacó una pequeña cuchilla plegable de su uniforme y rasgó el traje protector que se había quitado, cogió un trozo del mismo y se lo puso en la frente. No era mucho, pero algo era.

No se recomienda caminar en un desierto sin saber dónde te diriges y menos a plena luz del día, pero no tenía otra opción. Empezó a dar un paso tras otro dejando unas huellas en la arena que eran cubiertas prácticamente nada más hacerlas. El tiempo pasó, no podría saber cuánto, quizá minutos, quizá horas y entonces…

… entonces… las dunas empezaron a moverse, a cambiar de forma, como si algo debajo de ellas se estuviera moviendo. Frost, perrito de aventuras, se fijó sin entender qué estaba pasando. Quizá el sol y el calor habían empezado a afectarle, seguramente.

¡¡¡ENTONCES UN ENORME GUSANO SALIÓ DE DENTRO DE LA TIERRA!

Debía medir al menos cinco metros. Era gigante, verde (con franjas, todo sea dicho), con unos ojos rojos y unos dientes enormes.

Unos dientes que se dirigían directamente hacia él (también hay que decirlo). Dientes, muchos, pero muchos dientes y muy afilados.

– ¡Oh, venga ya! – se quejó el dinámico aventurero de esta historia. – Sol abrasador, arenas por todas partes y ahora… ¡Un gusano enorme!- Suspiró mientras corría para esquivar su primer ataque.

El gusano tras abalanzarse sobre él se adentró de nuevo entre las dunas pero Frost sabía que no se iba a marchar tan deprisa, en el desierto no es fácil encontrar comida y él debía resultar suculento. Pero si el gusano pretendía zampárselo no iba a poder, se había metido con la presa equivocada.

Se quedó muy quieto, mucho, sin decir nada, incluso cerró los ojos. Respiró profundamente, notaba el pesado aire caliento entrando por sus pulmones, la suave brisa a su alrededor, la arenisca volando por el aire… Respiró una vez más y empezó a sentir algo por debajo de él, sabía que el gusano estaba ahí, entre los miles de granos de arena que tenía, el gigantesco ser se movía y eso podía notarse, las ondas que provocaba y ahora el perrito de aventuras estaba listo. No iba a pillarle desprevenido dos veces, nada de eso.

El gusano se movía confiado, era su territorio y se creía el rey, salió de improviso por entre las dunas con toda su boca abierta de par en par para comerse al can… ¡Y lo que se encontró fue una patada en toda la cara!

– ¡Ja! Esto no te lo esperabas, ¿eh?

Y no, no se lo esperaba. Por un segundo quedó parado, sorprendido, con sus fauces abiertas de par en par y entonces… se hundió de nuevo a toda prisa en la arena dejando tras de sí un quejido lastimero. Frost, perrito de aventuras, sabía que no era malo, solo tenía hambre, pero no iba a dejar que nadie se lo comiera.

– Ahora…- miró a su alrededor. Más arena, más sol, más calor -… Ay.- Suspiró y se acercó hasta una pequeña cueva que vio no demasiado lejos. Allí estaría más fresco, podría descansar y recuperar fuerzas. Por delante quedaba todo un desierto por el que caminar, sin saber dónde ir. Entró por entre las paredes de roca, extendió los trozos de tela que tenía de las alas rotas y antes de que pudiera pensar en nada más cayó dormido. Esta extenuado, perdido y sin equipo que le sirviera.

Pero no te preocupes, esta historia terminará bien.

Fin del capítulo 4º. El desierto eterno. Esta historia continuará…

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