De forma personal recomiendo mucho la terapia psicológica al igual que la psiquiátrica, o ambas si es preciso. Aunque pueda costar y haya momentos duros, dado que te abres en canal a otra persona, es un maravilloso camino hacia la sanación y, quizá más importante, el autodescubrimiento. Eso sí, no sé si de haber tenido de terapeuta al Sigmund Freud de Anthony Hopkins en La última sesión de Freud diría esto, puede que mi opinión fuera bien distinta.
El talento de Anthony Hopkins
El Freud interpretado por el veterano actor es hostil, agresivo, algo inquietante y, puede que lo peor de todo, un sabelotodo insoportable. Y lo es gracias al talento interpretativo de Anthony Hopkins, un auténtico todoterreno que a sus casi 90 años de vida (nació en 1937) sigue activo y en muy buena forma. Hace tiempo recuerdo leer un artículo que planteaba si era un buen actor por sus elecciones de películas que no lo eran tanto, siempre le ha guiado el dinero y no lo oculta, pero sí lo es y La última sesión de Freud es una muestra de ello.
Es verdad, a lo largo de sus décadas de trabajo tiene títulos como Noé, Zero Contact, Transformers: El último caballero, Corrupción y poder o Blackway, productos que van desde lo discreto a lo olvidable, pero también están Westworld, El padre, Hitchcock o Burt Munro. Un sueño, una leyenda, entre otros bastante bien recibidos. Eso sin olvidar a su eterno Hannibal Lecter al que interpretó por primera vez en El silencio de los corderos (siguiendo la estela de Brian Cox en Hunter), el presidente Richard M. Nixon en Nixon o su muy inquietante Abraham Van Helsing en Drácula de Bram Stocker.
Un duelo con C.S. Lewis
Freud es el centro de todo este viaje, de ahí su importancia en el título, y para ello se usa la excusa de un posible, hasta lo que se sabe ficticio, encuentro entre este y el escritor C.S. Lewis tiempo antes de que escribiera su gran éxito Las crónicas de Narnia. Para darle vida se ha elegido a Matthew Goode que brinda una interpretación suave y contenida, es como una coctelera bien llena que mantiene dentro su elixir pero que puede ser derramado en cualquier momento. Un retrato honrado y sincero de un hombre muy querido por su obra, al que se muestra centrado en su búsqueda de Dios y quizá de una paz para él mismo.
Como tercera en el juego está Liv Lisa Fries como Anna Freud, la devota hija del psicoanalista. Una joven atrapada por las cadenas de su padre y las suyas propias, un personaje que sirve para dar contrapunto al mundo de Sigmund Freud, dar más fondo a sus palabras, ideas y sentimientos. Aunque, y debe decirse, con menos presencia suya en la trama se habría conseguido el mismo efecto sin distraer al espectador con más información de la necesaria en una obra que se centra por completo en el diálogo y lo maravilloso de la conversación entre ambos genios.
Una obra teatral en cine
Casi podría decirse que más que una película es una obra de teatro, y es que así es. El origen es una obra de teatro de Mark St. Germain, que firma el guion junto al director Matt Brown, que a su vez se basa en el libro The Question of God del doctor Armand M. Nicholi Jr y como este título deja claro la presencia, o ausencia, de Dios es una constante en el metraje. Es el punto fuerte de la discusión, que no pelea, entre ambos hombres, dado que su aceptación y su negación es capital en el mundo de ambos. No hay un ganador o un vencedor, solo una exposición de ideas y pensamientos que quedan en el aire para que cada uno de los espectadores saque su propia conclusión al respecto.
Puede que esto mismo haga que no sea un filme para todo el mundo, debido a la rapidez de sus razonamientos, lo en ocasiones profundo de ellos y por otro lado lo contradictorio de los mismos. Siempre es así y es que como el propio Freud reconoce ante esta afirmación por parte de Lewis es que es humano y los humanos somos por naturaleza contradictorios. No es una producción para verse el sábado por la tarde con la intención de desconectar del día a día, no es un elemento de evasión, nada más lejos, es una producción que transmite un dilema, unos planteamientos y que deja parte del trabajo en la mente del que está en la butaca.
La última sesión de Freud es un vehículo para el lucimiento de Anthony Hopkins o quizá sea más adecuado decir que Anthony Hopkins se luce y hace que se entienda el porqué lleva tantos años en activo, encadenando interpretación tras interpretación. Sus dotes son apabullantes, su capacidad mimética es sorprendente y su Freud es igual de genial que exasperante. De forma personal creo que el producto debe funcionar mejor sobre las tablas de un teatro pero la traslación funciona, con sus más y sus menos, y el duelo dialéctico e intelectual de Freud y Lewis es muy disfrutable, de principio a fin.
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1-Hopkins hace de Sigmund Freud!!! La leche!!!
2-Tiene casi 100 años???
Y hace un papelazo, de principio a fin. Se estrena el viernes y aunque solo sea por su actuación recomiendo mucho ir a verla. Tiene sus más y sus menos, pero él está brillante en todo momento.