Agustín Comotto es un escritor e ilustrador de largo recorrido en cuyo haber hay obras de todo tipo, desde cómic (Nebrija, 155) a libros para adultos (La conquista de los polos, La muerte de Ivan Illich) e infantiles (El libro de encantamientos de la vieja Tarándula, El año de las jirafas). Su último título es el libro ilustrado Lenin, el hombre que cambió el mundo, un volumen que se intenta adentrar en la vida y circunstancias del conocido político y hacerlo alejándose de su imagen tópica e icónica. Con motivo de esta publicación nos encontramos con él para saber más de la obra, de sus ideas y de toda su trayectoria, e incluso de si nos estamos acercando al mundo de Mad Max.
(Debido a lo extenso de la entrevista se ha dividido en tres partes, esta es la tercera. Puedes leer aquí la primera y la segunda).
Vamos a intentar terminar la entrevista con algo menos catastrofista.
Espera. ¿Te gusta la catástrofe? Pues te la acabo. El capitalismo solo se va a detener en una nueva revolución y esa nueva revolución no la van a hacer los seres humanos, la va a hacer la Tierra. Ya empezó. Está en nosotros en ver qué queremos hacer si insistir con el mecanismo o no. No digo más. Se está enfrentando la humanidad a una explosión que es mucho más poderosa que un pueblo hambriento, es un planeta. Aver qué hacen.
Lo que auguras no es ya una repetición artística y un Skynet, nos vamos directamente hacia Mad Max.
Bueno, ¿queremos eso?
No, yo no.
Pues ya está. A ver cómo nos organizamos para que eso no sea porque va a ser como Mad Max. Es que no lo hemos inventado con esta catástrofe, esto ha pasado a lo largo de la historia, lean historia. En plena Edad Media cuando había hiatos de poder internos, había bandas.Cuando hice el libro de Nebrija y estudié las banderías españolas. ¿Qué es una bandería? Es decir, tengo el suficiente poder. ¿Qué es Elon Musk? Tengo el suficiente poder como para condicionar un planeta de acuerdo a mis intereses. No soy un país, soy más que un país. Bueno, la casa de los Toledo, Álvarez de Toledo, duques de Alba, tenían un poder que el rey les iba a preguntar si estaba bien lo que hacíamos o lo que no hacíamos. Es simple. Esto ya ha pasado, Mad Max existe desde hace mucho.
A ver si logramos terminar con algo más alegre.
Me gusta bailar.
Eso está muy bien. Hablemos de tu parte de creador de historias infantiles, ¿cómo es de satisfactorio saber que creas productos que los niños leerán, consumirán y luego, con suerte, pasarán a sus hijos?
Aquí vuelvo a la política y al mundo que nos toca y lo siento por la entrevista. No estoy trabajando para niños hace ya bastante tiempo desde que el mundo editorial infantil tomó un camino en donde, al margen de que me sentía absolutamente discriminado, no estoy de acuerdo, que es el camino de las emociones. Es decir, a partir de dos o tres libros capitales todos los libros tienen que tener un discurso pedagógico porque gracias al libro estamos enseñando. Enseñando, de acuerdo al discurso editorial mayoritario, al niño a ser una mejor persona. Entonces, este libro trata de un niño que se enrabieta todo el tiempo y que siente que tiene una energía que está a punto de explotar, ¿cómo lo condicionamos a que no le pase o que pueda entender que esto es así o que esto es así? Yo odio ese tipo de literatura infantil. Entiendo la literatura infantil como otra cosa.
Como una explosión de imaginación en donde el niño no entiende una buena cosa, no entiende una buena parte de lo que está leyendo pero le despierta un montón de cosas. La sensorialidad, las emociones, ya las pondrá él si tiene ganas, si no tiene ganas… Y no quiero definirla por colores como se hace. Me he puesto rojo, dicen los niños del cole, porque han leído un libro execrable, desde mi punto de vista, en donde el rojo es un mal color. Los colores son colores y cada uno los hace como les da la gana. Entonces, mientras la editorial infantil funciona de esta manera y los dibujos tienen que ser redonditos, rositas y con pompón, a mí me van a ver lejos. Me parece un camino fascinante el mundo del libro infantil, pero me siento totalmente alejado de él en este momento porque no me interesa.
Y si tuvieras la oportunidad de hacer un nuevo libro infantil completamente como tú quisieras, ¿qué es lo que harías?
El último que nunca vendí.
¿Cómo era?
Pues mira, resulta que hay un país en donde viven unos pájaros que están muy felices y de pronto vienen otros pájaros que les declaran la guerra y empiezan a distorsionar toda la vida. ¿Por qué Porque en el país donde viven los pájaros estos, que son de color amarillo, hay unos manantiales de café y resulta que las dos facciones de pájaros de diferentes colores se declaran la guerra a unos a otros ara ver quién tiene la posesión de ellos. Esto genera una situación tan invivible en los pobres pájaros amarillos que emigran y se van a vivir donde se sienten totalmente mal porque no pueden estar en el entorno que les gusta.
Resulta que los pájaros que ganan esta guerra agotan los manantiales de café, entonces no saben qué hacer. Vuelven los pájaros amarillos y los miran y dicen, miren, yo qué sé, están con todas sus armas aquí, no hay más café. Nosotros usábamos los manantiales de café no por el café, sino porque generan sombra en el desierto, nos ponemos debajo y no nos toca el sol. Pero sé que por ahí, a lo lejos, hay manantiales de chocolate. Y ahí se van a hacer la guerra a la otra parte. Ya está. Eso es un libro infantil.
Nunca lo he podido publicar. ¿Por qué? Porque es político, porque no lo van a entender, porque no toca las emociones como tocan, porque los colores no coinciden, porque el dibujo es demasiado geométrico, porque los pájaros no van vestidos de militar, porque hay una guerra. ¿Cómo vas a hablar de guerra a los niños? No, si es igual. Tienen la tele delante para ver guerra.
¿Podría ser que en los últimos años, en las últimas dos décadas o más, se haya bajado el nivel?
No, yo creo que se ha idiotizado la sociedad en líneas generales. No hay mucho más. O sea, infantilizado, por otra parte. Mira, es muy fácil. Estamos en plena guerra de Gaza, los telediaros nos muestran unas imágenes en blanco y negro que se parecen a un videojuego antiguo, en donde se ve una crucecita y se ve una gente que corre, de pronto se ve una explosión y de pronto nadie corre más. Acaban de morir 400 personas allá abajo por un misil tirado desde un avión, eso lo vemos como si fuera un videojuego, a la gente no le afecta. ¿Por qué? Porque en la tele todo es insípido y es perfecto. Hemos infantilizado la guerra, s hemos hecho que la guerra sea un videojuego en la tele al final todo el mundo puede ver la guerra tranquila mientras no te la hagan encima.
Creo que podemos dejarlo aquí, Agustín. Gracias, ha sido realmente interesante.
(Debido a lo extenso de la entrevista se ha dividido en tres partes, esta es la tercera. Puedes leer aquí la primera y la segunda).
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Muy interesante.
Charlar con Agustín fue un placer. Espero que te haya gustado el resto de la entrevista. Gracias por leer y comentar.