Timothée Chalamet como Willy Wonka en la película de Warner Bros.

Timothée Chalamet como Willy Wonka en la película de Warner Bros.

Timothée Chalamet es un digno heredero de Gene Wilder.

En el año 1971 la novela Charlie y la fábrica de chocolate se adaptó a cine bajo la dirección de Mel Stuart con Gene Wilder como un estupendo Willy Wonka. Una película que por derecho propio es un clásico de culto y más gracias a su preciosa canción Pure imagination que entona el fabricante de dulces cuando entran por primera vez en la fábrica, además de las melodías de los Oompa-Loompas que también se volvieron icónicas.

No es fácil alejarse de una sombra como la que proyecta esta película, se puede intentar como hicieron Tim Burton y el guionista John August en 2005 pero que se consiga o no es otro tema. En Wonka de Paul King, quien también firma la historia, se ha entendido que más que alejarse de ello hay que aceptarlo, celebrarlo y no tener problema en reconocer que hace décadas se hizo un producto inolvidable. ¿Para qué obviarlo si puedes aprovecharlo en tu favor?

De Wilder a Chalamet

De esta forma Timothée Chalamet se mete en la piel del chocolatero pero en una versión mucho más joven en un momento en que está buscando su lugar en el mundo. Una visión encarnada a la perfección por el actor que en ocasiones (y de forma totalmente evidente) bebe de la interpretación de Gene Wilder pero haciéndola suya Son el mismo Wonka, o tal se asume por las conexiones y guiños de una a otra, pero igualmente son distintos y debe ser así por una simple cuestión de cronología y coherencia interna pero también por las fechas de sus estrenos. Hoy el cine y el público no son el de 1971, hay que adaptarse o morir.

Y este musical sabe hacerlo, logra ser entretenido y hacer sonreír aunque peque de tener más metraje del que debería lo que hace que el producto se alargue de forma innecesaria. Por suerte hablamos de dos horas y no del error que sería superarlas, aunque es posible que con una hora y media el total fuera más dinámico y mejorase la narrativa, pero a pesar de esto hablamos de un título muy disfrutable que deja con ganas de conocer más historias de Willy Wonka. Y, por supuesto, de comer chocolate a todas horas.

Un producto cuidado

Esto se logra por un lado con unas cuidadas actuaciones y una buena producción que no tiene demasiados escenarios pero sabe sacar buen partido a los que están y por otro por lograr captar muy bien (con matices) el espíritu burlón y satírico que Roald Dahl daba a todas sus obras. Esto es algo en lo que La brujas, versión de 2020, falló a pesar de contar con las reputadas Anne Hathaway y Octavia Spencer entre su elenco, pero que Wonka sabe hacer y quizá logra por no adaptar ninguno de los libros del galés, si no que escoge una vía distinta: la de inspirarse en ellos pero narrar su propia historia.

Ojalá tengamos más Willy Wonka y más Roald Dahl, siempre que se haga con cariño, amor y respeto por la traviesa escritura y la divertida imaginación que el novelista impregnaba en cada una de sus páginas. Hay mucho por contar, para empezar todo el tiempo que transcurre entre el filme original y esta precuela (según el director hay un cuarto de siglo entre una narrativa y otra), y ojalá no tarde en hacerse.

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