Vivir con ansiedad generalizada

De un tiempo a esta parte hay un extraño movimiento en redes sociales que es unirse a enfermedades como si fuera un grupo social de moda. Hay personas que no dudan en decir que tienen tal o cual dolencia sin un diagnóstico al respecto, sin haber acudido a su médico de cabecera, a un especialista… Es, en mi opinión, algo de mal gusto y que por otro lado parodia a los que sí sufren de algún problema real. Pero las modas son así, vienen y van, esta terminará desapareciendo con el tiempo, siempre sucede igual.

Tengo un trastorno mental llamado ansiedad generalizada. No lo creo, es algo que descubrí cuando pasados los 30 años empecé a ir a terapia para intentar que los mensajes habitualmente de ataque y pasivo-agresivos de mi madre me afectaran menos, algo que parcialmente he logrado pero que sirvió para descubrir que ahí había más. Gracias a mi psicólogo y al psiquiatra encontré explicación al motivo de ir siempre 1000 por hora, a el que empezase a dormir mal antes de terminar el colegio, a que en mis años escolares desarrollara varios tics nerviosos… El haberme criado en un ambiente en el que los gritos y las movidas eran algo habitual que me vi obligado a normalizar hizo que mi cerebro se acostumbrara a ello, a un estado constante de alarma dado que la situación podía explotar en cualquier momento y por cualquier motivo.

La ansiedad siempre te espera y es muy paciente

Padres y madres del mundo no dejéis de tener presente que todo lo que hacéis, TODO, afecta a vuestros hijos y que las dolencias forjadas a fuego en la infancia se quedan para toda la vida. Conozco varias personas más con enfermedades parecidas a la mía, o con la misma, y la pauta de problemas familiares se repite con gran frecuencia. Incluso la de llegar a culparse a uno mismo por algo que, como niño, era imposible poder controlar o siquiera entender. Por desgracia eso es el pasado y ahora, como adultos, nos toca lidiar con ello en nuestra vida.

La ansiedad generalizada siempre está ahí, esperando a atacar, esperando a golpear. Quizá hayas dormido peor y estés bajo de energía, o andes pendiente de recibir un par de mails que te preocupan, o sencillamente es que el día está nublado y tu ánimo bajo. Cualquier momento es bueno para que entre y te haga dar vueltas a las cosas una y otra vez, cada vez en cadenas más terribles de acontecimientos. No solo eso, es probable que te haga plantearte si has logrado algo en la vida, si no eres un fracaso total y si tiene sentido seguir esforzándose. La depresión es una de las consecuencias más habituales de este trastorno, a mí me pasó pero con esfuerzo, ayuda y medicación logré superarla.

Camina a tu ritmo, no corras

Tendrás días malos, no lo dudes. Todo el mundo los tiene incluso los que no tienen trastorno de ningún tipo. Lo que importa es que no te dejes vencer por ellos, pero tampoco corras que no es bueno. Todos tenemos nuestro ritmo, nuestra cadencia, necesitamos nuestro tiempo para asumir y entender los cambios. No es mejor el que llega antes a la meta, esto no es un sprint esto es una maratón. Lo importante es llegar, es lograr entender mejor qué tienes dentro, de dónde viene, cómo lograr estar bien contigo mismo y con el mundo. El día a día que parece sencillo no siempre lo es, no tienes la obligación de tener que poder con todo, nadie puede con todo y el que diga que sí es probable que mienta.

No estás solo, nunca lo estás, aunque dentro de tu cabeza algo grite que sí. No hagas caso, siempre hay alguien que está ahí para tenderte una mano. Un amigo, un colega profesional, tu doctora, otras tantas personas que hemos pasado o estamos pasando por una situación similar. Mira a tu alrededor y palpa lo que tienes cerca, quédate con eso, con lo que está delante de ti, lo que es real, lo que es cierto. Nada más importa, nada más existe, solo estás tú y lo que está frente a ti. Respira, y sigue luchando. Día a día. Batalla a batalla.

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