Victor Frankenstein. El hombre que se atrevió a ser Dios. Llega una nueva versión del mito.

Con un retraso de meses respecto su estreno al otro lado del charco llega por fin Victor Frankenstein, nueva incursión en la conocida novela de terror gótico que en esta propuesta de Paul McGuigan y Max Landis intenta alejarse en cierta forma de lo visto hasta el momento.

La manera de hacerlo es centrar la trama argumental en Igor, lo que hace que el título de la cinta sea totalmente erróneo, y en la evolución que este sufre al lado del genio que se consideró capaz de desafiar a los mismos dioses.

Desde ser un mero divertimento en un circo hasta convertirse por primera vez en un ser humano hasta llegar a ser amigo de Frankenstein, casi su brújula moral cuando no se encuentra llevado por la corriente de la marea que destila la interpretación de James McAvoy.

Este actor crea a un hombre atormentado a la vez que apasionado con sus descubrimientos, al punto de rozar la locura y la obsesión. No hay nada en el mundo salvo sus ansias de conocimiento y el saberse por encima de otros que jamás arriesgarán tanto como él, y este conocimiento de su teórica superioridad es el que le hará tambalearse en la fina línea de la cordura.

Si bien es cierto que el personaje de Igor sirve para sostenerlo, más o menos, al suelo, no tanto el intérprete detrás del mismo. Y es que Daniel Radcliffe queda muy por debajo de su compañero, con una interpretación en exceso afectada y una constante expresión de bobería que sirve a bien poco para alejar de nuestras mentes a Harry Potter.

Mucho mejor es el acierto de casting con Andrew Scott como el devoto inspector Turpin. Un hombre que ha perdido a su esposa y que persigue a Victor Frankenstein en defensa de la ley, la del hombre y también la de Dios. Un punto que da a esta historia un enfoque interesante al enfrentar las férreas creencias de ambos, quizá los dos equivocados pero igualmente ciegos a las ideas de otros.

Digno de elogio es también la cuidada fotografía y una ambientación soberbia que realmente logra trasladarnos en el tiempo. Destaca en mi opinión el buen trabajo en mostrar la casa/laboratorio del mad doctor, un lugar que deja claro que no hay espacio para nada más que la búsqueda de la sabiduría, no cabe siquiera un poco de humildad o de reflexión.

Un punto a favor es también la buena cantidad de referencias que se hacen al mito del genio y su criatura, desde la obra original a diferentes adaptaciones incluyendo a la desternillante El jovencito Frankenstein que espero que todos hayáis visto (y si no, ya tardáis).

Esta película no llega realmente a destacar y el paso del tiempo hará que sea olvidada, la sombra de Frankenstein de Mary Shelley dirigida por Kenneth Branagh sigue siendo muy fuerte y es complicado competir con ella.

Dicho esto es una cinta que bien merece un visionado y dos, aunque solo sea para disfrutar de la increíble interpretación de James McAvoy como un obsesionado y muy atormentado hombre en busca de su destino.

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