Sueños de una escritora en Nueva York es un cuento con su propia moraleja y un rato de evasión que nos hará sonreír.

Ayer el día fue bastante gris y hoy ha amanecido lloviendo, además seguimos en medio de una pandemia que lleva con nosotros más de un año. Y en momentos así, películas como Sueños de una escritora en Nueva York (o Mi año con Salinger), son de agradecer, y mucho.

Son ese chute de positividad y buenrrollismo que necesitamos; y si bien es cierto que no deja de ser otro de esos innumerables filmes basados en hechos reales con un buen final, algo que no siempre sucede en la vida real (pero para eso está la magia del cine), no por ello deja de sacarnos una sonrisa y hacernos pasar un buen rato.

Esto hay que agradecérselo a Philippe Falardeau, su director y guionista, que se basa en el libro de mismo nombre (My Salinger Year) de la escritora Joanna Smith Rakoff, que da una historia salpicada de humor y momentos divertidos. A veces por la simple concatenación de hechos, y no tanto por las intenciones cómicas del título en cuestión, pero sea de la forma que fuere el hecho es que funciona, y las carcajadas durante el pase de prensa en el BCN Film Fest no fueron pocas.

Sin duda gran parte viene por la relación que mantiene su protagonista, Joanna, con su jefa (y mentora, sin pretenderlo), Margaret, en la agencia literaria de la que forma parte. Sus diálogos son chispeantes, sus situaciones hilarantes y las actuaciones de sus intérpretes fabulosas. Para la más joven tenemos a Margaret Qualley, que cumple a la perfección con su papel de una inocente joven que llega cargada de sueños y esperanzas (que no se pierden o se rompen, no es esa clase de película), y para el de la veterana está Sigourney Weaver, que como siempre está estupenda.

No en vano hay que recordar que aunque pasó a la inmortalidad del cine y la cultura pop gracias a la teniente Ripley de la saga Alien, parte de sus trabajos han sido en el mundo de la comedia y en el mismo se encuentra como pez en el agua. En este campo se pueden destacar la irreverente Galaxy Quest, la sarcástica Las seductoras y la mítica Los cazafantasmas (y la segunda, además de su regreso en la próxima Cazafantasmas: Más allá), de una lista mayor y más ecléctica.

Debe decirse también que la realización de Philippe Falardeau es suave, natural y muy orgánica, sin giros extraños o sobresaltos. Lleva al espectador de la mano todo el rato, le hace partícipe de la trama y de los sentimientos de su protagonista como si realmente estuviera allí. Su puesta en escena y su fotografía es cuidada, se nota el cariño en el producto y si bien no resulta especialmente llamativo en este aspecto, eso es debido a que en todo momento se ha concebido como un elemento más que está totalmente integrado en la propuesta. No nos llevaremos a casa imágenes de color pastel como en Una joven prometedora, o en un parco blanco y negro como en Last Call, pero tampoco se pretende que sea así.

Todo lo que aparece en pantalla es un acompañamiento para las vivencias de Joanna, sus experiencias, sueños y su crecimiento personal. Y de tal forma no pretende destacarse o llamar la atención, su misión es otra, la de completar, dar contexto y ser parte de un todo unitario, algo que se consigue sobradamente.

Sueños de una escritora en Nueva York es una película sencilla y sin pretensiones, un cuento con su propia moraleja y un rato de evasión que nos hará sonreír.

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