Aunque me aficioné al género detectivesco por el Sherlock Holmes de Miyazaki de finales de los ochenta (tras lo cual pronto descubrí a Agatha Christie y personajes míticos suyos como Hércules Poirot o Miss Marple) tengo que admitir que hasta que no se estrenó a finales de 2019 la película Puñales por la espalda no supe que lo que yo calificaba como estilo “Agatha Christie” (es decir: un misterio, un detective particular y varios sospechosos) se llamaba whodunit. El término proviene de la contracción del inglés Who has done it? o Who’s done it? que se traduciría por ¿Quien lo hizo?
El éxito en taquilla de la película de Rian Johnson antes mencionada (Puñales por la espalda) ha llevado a que Netflix moviera ficha y se asegurara el tener las dos secuelas iniciales, de la cual esta El misterio de Glass Onion sería la primera. Con estreno limitado en cines el 23 de noviembre (y durante una semana), la plataforma la estrenará el 23 de diciembre, tratándose de una secuela escrita, producida y dirigida por Rian Johnson, donde Daniel Craig repite su personaje de Benoit Blanc en una nueva trama de misterio que se inicia en momentos de pandemia (un simpático guiño a la más reciente actualidad), situada en un nuevo escenario (en este caso la mansión de un millonario en una paradisíaca isla) y con nuevos personajes implicados (y algún que otro inesperado cameo: atención a con quien comparte piso el protagonista).
Si se tiene que definir de alguna manera esta secuela sería continuista, ya que el esquema de esta película no deja de ser un whodunit básico como el que se planteaba en el título precedente (no inventa tampoco nada nuevo), si bien se establecen algunos cambios más allá del escenario y los implicados. En este caso Blanc se ve inmerso en la historia cuando en si aún no se ha cometido ningún crimen (aunque algo se está maquinando…), si bien por lo demás no deja de seguir el mismo esquema cuando lo previsible (algo que desmonta bien pronto el personaje encarnado por Craig) da paso a lo imprevisible (lo que iba a ser un simple pasatiempo empieza a ser mortalmente real), jugando las mismas irónicas cartas que hicieron triunfar al film precedente, aunque sin ningún tipo de innecesaria conexión (más allá de su protagonista), haciendo de Glass Onion tanto una secuela modélica como un film totalmente independiente.
En el caso de esta película su propio título se tiene que tomar como una metáfora de la historia que se nos plantea: Glass Onion se traduce como cebolla de cristal, y tal cual uno pueda imaginar dicho concepto, lo que nos ofrece Rian Johnson es algo que puede parecer tan claro como el citado cristal (de hecho en un principio pensé que todo sería una maquinación con visos de realidad, tal cual descubre el propio Blanc al poco tiempo), pero que realmente esconde una verdad escondida bajo capas y capas de pistas parciales, que el personaje de Craig irá haciendo encajar para desentrañar el misterio… pero sin olvidarse de los espectadores (ya que llegados a cierto momento se ofrece un extenso flashback que aclara cualquier tipo de duda sobre lo que sucede).
¿Cual es entonces el problema de Glass Onion? No me quejaré de su muy intrincado guion, que hace que al final todo cuadre, pero el metraje se dispara más allá de las dos horas, lo que causa que el ritmo sea en algunos momentos algo irregular, recreándose en exceso en su (por otra parte) fascinante ambientación de algunas de sus secuencias. Digamos que el sarcasmo y la ironía serían las columnas sobre las que se sustenta esta película (repitiendo lo que ya funcionaba en el título precedente), haciendo más llevadero dicho exceso de metraje. Asimismo Glass Onion es todo un recital actoral para sus integrantes, donde sin duda sobresale un sarcástico Daniel Craig que nos deja con las ganas de volverlo a ver resolviendo misterios cual si fuese un clásico detective de las novelas de Agatha Christie.
Crítica de Oscar Ferrer.