Vivian Ólafsdóttir e Ian Glen en Operación Napoleón
Hay que reconocer que Operación Napoleón lo tiene todo. Intriga, misterio, persecuciones, un avión nazi, secretos de la Segunda Guerra Mundial… ¡Hasta a Ian Glen! Y es cierto que tantos elementos y tal mezcla corre el riesgo de no funcionar, de ser demasiado, pero no es así. Todo está bien equilibrado, todo está en su justa medida y el producto resultante sin ser demoledor sí es muy agradecido de ver.
Que nadie se engañe, este es un filme de pura evasión y entretenimiento puro y duro. En ocasiones peca de ser algo televisivo, quizá habría que empezar a decir que tiene un toque de “directo a plataformas”, con algunos momentos en que la suspensión de la incredulidad cuesta un poco de mantener, pero según avanza la trama consigue enganchar y que se quiera saber más hasta llegar al final. Un final que, hay que matizar, sirve más como introducción a una secuela que como cierre a toda la trama.
Un misterio envuelto en brumas
El director Óskar Thór Axelsson y el guionista Marteinn Thorisson se basan en un libro de Arnaldur Indriðason para crear su relato, una historia de medias verdades, de secretos y de teorías que están por demostrarse. En ocasiones, por el estilo narrativo y de trama, recuerda a El enigma de Jerusalén, obra en ocasiones más desconocida de lo que debería que también adapta una novela previa, en este caso de Andreas Eschbach.
Operación Napoleón tiene una buena factura y actuaciones que cumplen con lo necesario para sacar adelante el título, con el protagonismo de Vivian Ólafsdóttir e incluyendo a Ólafur Darri Ólafsson al que seguro que más de uno recuerda por La vida secreta de Walter Mitty o Megalodón. Una película que distrae, entretiene y engancha a partes iguales, justo lo que uno pretende obtener cuando se pone un título de este tipo.
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