
Póster de Misión imposible: Sentencia final. Créditos: Paramount Pictures.
Antes de ser la franquicia en la que se ha convertido a lo largo de casi tres décadas, Misión Imposible fue la adaptación de una serie televisiva de los años 60, que se sumaba a la moda imperante en la década de los 90 de adaptar en películas antiguas series de televisión (otros ejemplos podrían ser El fugitivo en 1993, Los Picapiedra en 1994, El santo en 1997 o Perdidos en el espacio en 1998, por citar unos pocos).
Su máximo impulsor fue Tom Cruise, cuya intención era que cada nueva entrega estuviera firmada por un director diferente, para que cada uno dejara su sello personal. Eso se cumplió las cuatro primeras (a cargo de, respectivamente, Brian de Palma, John Woo, J.J.Abrams y Brad Bird).
Pero a partir de la quinta el citado Cruise descubrió a Christopher McQuarrie, que le convenció de tal forma que se quedó como director de las cuatro entregas siguientes, incluida esta octava y (al menos eso parece) última, casi 30 años después del comienzo.
La calidad de la franquicia a lo largo de ocho películas ha sido variable, pero casi siempre destacable, siendo el mayor atractivo de sus entregas más recientes la voluntad de su protagonista para realizar en persona la gran mayoría de las espectaculares escenas de riesgo y acción con las que sorprenden al espectador.
Pero tras el varapalo en taquilla de la entrega precedente (recaudó «sólo» 172 millones de dólares en el mercado norteamericano y casi 400 millones de dólares en el internacional, con un presupuesto de 291 millones de dólares, ya que fue fagocitada una semana después de su estreno por el apabullante éxito de Barbie y Oppenheimer), llevó a que esta octava no tuviese de título el predecible Sentencia mortal (parte 2) si no Sentencia final.

Misión Imposible: Sentencia final, relativo cierre para la franquicia
Con esta octava entrega la franquicia consigue el récord de mayor metraje: si ya la anterior fueron 156 minutos, en esta se sube la apuesta hasta los 169 (es decir, casi tres horas) que sin duda alguna entretienen, pero que se notan algo excesivas para lo que tiene que contar (sus escenas de acción más hiperbólicas serían dos, una situada en un submarino y otra en el avión que se ha visto en trailers previos y en el propio póster).
A eso hay que añadir el hecho de que la película previa y esta se supone que engloban una única historia, y para lo que cuenta sobraba tiempo de forma bastante evidente. Cierto es que estamos ante la entrega más grandilocuente, pero eso no siempre juega a su favor, ya que esta franquicia si por algo se han caracterizado es por su tradicional ligereza, bastante más diluida en esta octava entrega.
El evidente hecho de plantear esta película como un ¿cierre? (otra cosa es que se cumpla, ya que Hollywood casi nunca da sus franquicias por finiquitadas) es un tono nostálgico, en el que se recuerdan momentos de las siete películas anteriores, pero que en sí sólo sirve para honrar los ratos de diversión (sin duda alguna muy dignos) que hemos tenido con las películas de Misión imposible a lo largo de casi tres décadas.
Para algunos puede ser un gesto autocomplaciente por parte de su protagonista principal, que tampoco duda en mostrar su cuerpo casi desnudo en algunos momentos, pero sirven para marcar tanto los éxitos de su Ethan Hunt (que en este film ya alcanzarían el estatus de mesiánico) como la continuidad de la franquicia, que se hizo mucho más evidente desde el momento en que McQuarrie tomó las riendas en la quinta entrega.
El problema quizás radique en una premisa argumental que no daba para dilatar tanto su metraje: se continúa con lo planteado en el film precedente, por lo que encontramos al protagonista y sus amigos y/o colaboradores luchando contra la Entidad, una misteriosa Inteligencia Artificial que está a solo un escalón de ser como la Skynet de la saga Terminator, luchando además nuestros héroes contra un villano que aspira a controlarla.
Con un desarrollo y un ritmo bastante fluidos (aunque algunos momentos quizás muy discursivos) me llamó la atención que recurriera a un tramo final intenso parecido al de la sexta entrega. Con esto me vengo a referir a dilatar el tiempo mucho más de lo concebible, lo que lleva a rozar los límites de la suspensión de la incredulidad del espectador. Pero en resumen es un digno ¿cierre? a tres décadas de diversión.
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Crítico especializado en cine y cómic, aunque no tiene problema en lanzarse a leer libros y opinar sobre ellos, siempre de forma constructiva y con educación. Bien conocido en el mundo de la divulgación por su alias, El Chacal, y su blog El Blog del Chacal donde comparte sus reseñas y conocimientos. ISNI 0000 0005 2401 3399