Los influencers tienen hoy una gran responsabilidad social, quieran o no.

Hace poco saltó la noticia de que Miguel Bosé apoya la teoría de la conspiración que une a Bill Gates, las vacunas y el 5G. Todo en uno, bien mezclado y con un discurso muy serio, a la par que ciertamente alarmista. Algo en lo que no se ha quedado solo, ya que otros nombres bien conocidos e influyentes se han pronunciado de esta manera, u otras en diferentes temas.

Y aquí entra el tema de la responsabilidad, la ética y el entender en qué posición estás.

Me explico. Si con algo más de 4000 seguidores que tengo en Twitter, comento o digo algo que no tiene base fundamentada, sin haberme parado a buscar realmente fuentes fiables o de calidad, lo más que seguramente pueda pasar es que alguien se sorprenda. Pero, seguramente, tampoco sea tomado muy en serio o llegue a mucha gente dado el número de lectores que hay.

¿Qué quiero decir con esto? Algo muy sencillo. Si debido al motivo que sea, esfuerzo personal, capacidad artística, suerte de nacimiento… estás en una posición privilegiada en el sentido de que lo que dices, haces y comentas, es leído y consumido por decenas de miles de personas, entonces tienes una responsabilidad para con ellos.

Cierto, no ha sido algo que hayas adquirido por voluntad propia, ya que la decisión de alguien de seguir o no a tal perfil es de cada uno, pero en el momento en el que esto sucede pasas a tenerla (seas o no un influencer, todo sea dicho). Si bien no por una cuestión profesional, como nos sucede a los periodistas que debemos ir con cuidado y con cabeza, sí por una motivación de simple ética personal.

Que, no hay que confundirse, es la más importante y relevante de todas. La que marca tu rumbo vital, a la que recurres cada día de tu vida, y la que conforma tu propia personalidad.

En el momento en el que lanzas al aire ciertas teorías sin base real e incluso ataques viscerales, estás emitiendo un mensaje que miles y miles de usuarios a lo largo y ancho del mundo van a ver. Algunos se lo tomarán a chufla, otros buscarán más información para saber si lo que has escrito es cierto y otros tantos lo entenderán de forma automática como una verdad que irán extendiendo.

Claro está que, y esto también es importante, hay un grado alto de responsabilidad del que está al otro lado. De reflexionar, de pensar y ponderar, de no entrar directamente al juego, de ver si la persona a la que se sigue es realmente conocedora o no del tema… Por ejemplo, en el caso concreto de Miguel Bosé (o, por lo que parece, también Bunbury), sin duda deben ser escuchados en lo que se refiere a música y su faceta artística, ¿pero en temas sanitarios de interés global? Personalmente, considero que es mejor idea ver qué dicen sanitarios y científicos.

Hoy en día vivimos en un mundo extraño, cada vez más, en el que algunos medios han llevado a la reputación periodística a niveles de cloaca, arrastrando consigo a todo un oficio que es a la vez bello y difícil. Esto ha provocado, se diga o no en voz alta, una clara crisis de referentes en lo que a información se refiere, pasando muchas personas a nutrirse de noticias y reportajes tan solo a través de redes sociales y de lo que a su móvil llega; y en más de una ocasión, mirando solo el titular o el tuit de turno sin pretender ahondar más en el tema (lo que es, nunca lo dudéis, un grave error).

Es por todo ello que hoy, más que nunca, debemos escoger bien a quiénes escuchamos, a quiénes tomamos en cuenta y en qué temas. Y también, más que nunca, las voces populares de nuestro mundo deben tener cuidado, deben documentarse y explorar, comunicar con sentido común, con cuidado y con el conocimiento de quiénes son, dónde están y qué responsabilidad tienen.

Queráis o no, estimados influencers, el poder que tenéis es grande, sea este merecido o no. Para muchas personas sois héroes, así que quizá debáis comportaros como tal, y es que como el tío Ben le dijo a Peter Parker/Spiderman, “Un gran poder, conlleva una gran responsabilidad”.

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