Ser adulto tiene muchas cosas buenas y otras tantas malas, entre las malas pueden destacarse que muchas veces hay otras personas que para saldar sus propios miedos, sus dudas y sus demonios internos vuelcan ataques, insultos y manipulaciones respecto de otros. Las redes sociales son un gran ejemplo de ello, el que tenga dudas que se meta un rato a X (anterior Twitter) y podrá comprobarlo por sí mismo. En Merel, de Clara Lodewick y editado por Garbuix Books, la autora recrea a la perfección los avatares que conlleva la adultez con sus muchas cosas buenas y otras tantas malas.
La protagonista, que da nombre al tomo, es una persona sencilla, tranquila y alegre que solo quiere vivir su vida. No hace daño a nadie y tampoco pretende el mal a nadie pero se sale de lo que para muchos es la única forma de vivir, así que ella que pasa de los 40 y no tiene hijos no es siempre vista con buenos ojos. Todo esto en un pequeño pueblo donde las habladurías corren y como dijo Terry Pratchett en La Verdad (fantástica novela del Mundodisco dedicada al periodismo) “Las mentiras pueden dar la vuelta al mundo antes de que la verdad tenga tiempo de calzarse las botas”, así que no hace falta una sola demostración o siquiera informar a la persona de qué se la acusa.
Un dulce relato costumbrista
Pero además de esta historia con sus luces y sus sombras, una trama que enseña lo mejor y lo peor de las personas, lo que Clara Lodewick da al lector es un rico relato costumbrista en el que retrata la vida de las pequeñas comunidades, de lo cotidiano, de sus amistades y sus rencillas personales. Lo hace con calma y dulzura, lo hace con amor y respeto, lo hace desde el corazón a través de unos trazos y un color tan sincero como directo y de una narrativa igual de amable que efectiva.
Merel es una de esas novelas gráficas que alegran y remueven a partes iguales, un fiel reflejo del día a día de todos los que hace tiempo dejamos atrás los veinte años pero también de los más pequeños que viven en un mundo controlado por adultos que, esto es así, no siempre están atentos a ellos y sus necesidades. Una lectura que deja claro que, como dice el viejo refrán, “La vida es simple, pero no fácil”.
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