Semanas de cuarentena, y no todos parecen haber tomado nota de ello.

Hemos pasado meses encerrados en casa luchando por superar un problema sanitario global, han sido semanas muy duras en las que hemos puesto todo lo que podíamos para lograr vencer una batalla que, aunque muchos lo hayan olvidado, todavía se sigue librando. La enfermedad y el posible colapso de la sanidad pública siguen estando ahí, el virus no ha desaparecido por arte de magia y es por ello que sorprende la actitud de muchos al respecto.

Con todo lo vivido hemos aprendido mucho, pero parece que hay cinco lecciones que todavía no han entrado bien en la cabeza de algunas personas.

Dejad de llamarlo picaresca

Hace no mucho, creo que en El Periódico, pude leer un artículo sobre cómo en Barcelona se estaban ignorando las recomendaciones sanitarias más básicas y aducían al término “picaresca”, esa graciosa palabra que parece justificarlo todo. Si bien no hace falta explicar a qué se refieren, la historia de este país y la literatura de ciertas épocas están ahí, sí debería comentarse que hoy en día sería más correcto sustituirlo por la expresión “ser un miserable”.

No tiene otra forma de ser dicho, cuando una o varias personas ignoran conscientes las llamadas al bien común, se preocupan tan solo por lo suyo sin importarles las problemáticas mucho mayores que pueden existir (y que, por otro lado, le terminarán salpicando igualmente), en ese caso de lo que hablamos es de individuos claramente egoístas y egocéntricos.

¿Queréis picaresca? Leed La vida del Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades o el estupendo cómic El Buscón en las Indias, pero dejad ese término fuera de la vida real.

Hay que respetar los consejos sanitarios

Tengo un amigo médico al que quiero y respeto con pasión. No he dudado en buscar su consejo cuando he tenido dolencias, además de acudir a mi médico de cabecera, y siempre que me ha recomendado algo que iba a ser bueno para salud he escuchado y seguido sus palabras.

Por algún motivo sorprendente, durante esta pandemia en la que todavía estamos inmersos hay personas que han decidido que no hace falta seguir lo que los sanitarios y científicos de todo tipo aconsejan. Esto pertenece al ámbito privado cuando las consecuencias son solo para uno mismo, es decir, que si alguien tiene diabetes y no quiere seguir la dieta que se la haya marcado, es asunto suyo, pero ahora mismo las acciones de uno solo pueden afectar a muchos.

Esto es algo que es ignorado en muchas ocasiones, lo que hace que aunque muchos estemos llevando las mascarillas siempre que salimos a la calle (con las molestias que esto da, incluyo en mi caso irritaciones de piel y otros problemas), otros tantos las ponen debajo de la barbilla, se las quitan para fumar o sencillamente ni las usan.

La cultura también merece respeto

En Barcelona nos acercamos a pasos agigantados a una nueva cuarentena, algo que era muy evidente desde el momento en que se siguió adelante con la verbena de San Juan (aunque fuera una versión capada), y para intentar evitarlo se ha recomendado a los ciudadanos solo salir lo imprescindible, evitar reuniones y no acudir a segundas residencias, aunque si esto último no caló cuando estábamos en encierro domiciliario menos todavía va a hacerlo cuando solo es un consejo.

Ahora mismo estamos ante dos semanas decisivas en las que ya se han dado órdenes de cerrar los gimnasios (el mío hace un rato ha mandado un mail indicándolo), además de cines y teatros, algo que todos los que estamos en el mundo cultura sabíamos que sucedería aunque no termine de tener sentido. Y no lo tiene ya que en cambio bares y restaurantes siguen abiertos, algunos dirán que con menos aforo y es cierto pero de igual forma con menos aforo estaban ya cines y teatros, además de limpieza tras cada sesión, butacas espaciadas y un normativa que aseguraba evitar problemas. Y puestos a cerrar focos de posible infección, ¿no lo son las mesas y sillas de los restaurantes que en más de una ocasión no respetan las distancias mínimas exigidas?

Parece que da igual quién gobierne en este país, sea la derecha o una coalición en teoría progresista, la cultura nunca es realmente importante. Y eso, es una condena para las generaciones futuras.

Hay que dejar de culpar a los otros

Un mal que se ha visto, y se sigue viendo, durante la cuarenta fue a personas en redes sociales atacando y culpando a las que residían en otras comunidades por sus acciones, dejando de lado que en las propias estaba sucediendo lo mismo. Malnacidos e indeseables hay en todas partes, da igual el territorio que se escoja para ello.

De igual forma, también diferentes gobiernos autonómicos (en especial el que tenemos en Cataluña) pasaron las semanas criticando la gestión central, que ciertamente tenía puntos que eran más que dudosos, pero siempre indicando que en el caso de haberlo llevado ellos la voz cantante lo habrían hecho mucho mejor.

Cierto es que para muchos esto eran palabras vacías, uno de tantos ataques sin fondo y sin fuerza, pero reconozco que tenía cierta esperanza de que en esta ocasión no fuera solo la típica rabieta y realmente sí algo palpable. Por desgracia, la realidad ha llegado y ha sucedido lo que era de esperar, unas acciones más que discutibles y unos resultados que están yendo a peor.

El sentido común es una mala guía

Tristemente vivimos en un país en el que un sector importante de población, aunque no el mayoritario pero sí relevante, no considera hacer nada más que su propia voluntad y seguir sus deseos a menos que haya una norma que le diga lo contrario. O más exactamente si hay una multa que se puede llevar o un delito por el que pueda ser juzgado, si esto no es así, todo da igual.

Esto es algo que se sabe y que en un momento como el vivido era más que previsible que no llevar ciertas acciones a cabo, de vigilancia o de amonestación, ese sentido común al que se hacían referencia desde algunos gobernantes no iba a existir en un gran número de ciudadanos. Las consecuencias de esto ya se están viendo, irán a más, y se pudieron evitar de muy sencilla forma, solo que no se quiso hacer.

Termino con una muy sencilla conclusión, y es la siguiente: en un momento en el que de todos depende salir adelante, cada granito de arena de cada persona es igual de importante que la montaña final.

Sed fuertes, manteneos sanos, intentad que vuestro ánimo no decaiga y recordad que a todo cerdo le llega su San Martín.

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