Más largo no siempre quiere decir mejor, y La casa de Gucci es un ejemplo de ello. Y es que el último filme de Ridley Scott supera las dos horas, lo que hace que sus flaquezas sean más evidentes e incluso que la película pierda su rumbo en ocasiones. Salvando distancias es algo similar a lo que sucedía con Ha nacido una estrella, película en la que Lady Gaga sorprendió con su actuación y, por supuesto, con su música.
Pero aunque entonces su interpretación se ganó muchos elogios, todavía le queda tiempo hasta lograr sostener ella sola un filme del calibre de La casa de Gucci. No es que su trabajo sea malo, que no lo es, sencillamente es que no llega para la gran tarea que el director ha reservado para ella: ser el pilar central de toda la historia.
Sus dotes interpretativas palidecen cuando se la enfrenta a dos gigantes como son Jeremy Irons y Al Pacino, aunque logra aguantar el tipo con un Adam Driver que, ni de lejos, da su mejor trabajo e incluso llega a ser más creíble que él en algunas ocasiones. Como decía, el problema no es que no sepa actuar, esto es algo que ya demostró con creces en Ha nacido una estrella, el problema es que es demasiada película para ella y que su personaje peca en exceso de ser caricaturesco.
Si bien se han tomado ciertas libertades en cuanto a cómo representar a esta familia de modistos, también se ha intentado que todos ellos sean coherentes respecto a qué hacen en pantalla y sus relaciones entre sí, con la excepción de Jared Leto como Paolo Gucci, un personaje que pretende ser cómico pero que tan solo llega a ser cargante. El actor se pasa de frenada, se convierte en lo peor de toda la película, con una interpretación que todo el rato te saca de la historia y que tan solo parece estar en la misma por estar.
Lo que sí puede, y debe, elogiarse es el gran vestuario y los cuidados escenarios. No en vano se trata de una película sobre la familia Gucci, sobre su auge y caída, con lo que la alta costura debe estar presente y todos los personajes protagonistas han de vestir de forma impecable.
Ridley Scott presenta un filme que bien podría ser una miniserie, y muy posiblemente funcionaría mejor de esa forma. La extensa duración se hace en ocasiones innecesaria, con situaciones prácticamente de relleno que no aportan nada a la trama y muy poco a los personajes. En cambio en su recta final, siguiendo el hilo de la vida real y cómo sucedieron los hechos, es precipitada y claramente necesitaría de algunos minutos más para tener un sentido completo.
No puede decirse que el realizador haya estado acertado con este proyecto, que casi cae más del lado de los culebrones que otra cosa. Su extensa duración es demasiada, su elección de actriz principal cuestionable, su ritmo necesitado de una revisión…
La casa de Gucci pretende ser un gran filme, pero tiene demasiados problemas para llegar a serlo. Lo que sí es seguro es una firme candidata para llevarse varios Razzies.
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