– ¡¡¡Corrrreeeee!!! ¡¡¡Maldita sea, corre todo lo que puedas!!! – dijo el Doctor Gato a su amigo Frost, perrito de aventuras.
Un grito de alerta innecesario dado que, en realidad, el pequeño e intrépido can le llevaba la delantera y hacía poco que le había dejado atrás. Seamos sinceros, si bien el Doctor Gato es un aventurero genial y tiene mucha experiencia es un aventurero tecnológico, su punto fuerte es su gran inteligencia y sus muchos conocimientos científicos.
Esto es algo muy bueno, le ha permitido labrarse una buena reputación y ha hecho descubrimientos asombrosos como su increíble nave cuántica. Pero correr, lo que es correr, no está entre sus muchas habilidades. No así en su ya fiel amigo que está más que acostumbrado a buenas carreras, a saltar obstáculos que otros ni se plantearían y a enfrentarse al mundo día tras día. Un mundo enorme, de forma literal ya que él es más o menos bajito. Bueno, y también Gato. Ninguno es precisamente alto.
Pero el felino científico no se va a quedar atrás, mientras aprieta el ritmo también aprieta un botón de su guante y en tan solo un instante sus botas metálicas se convierten en dos enormes ruedas que empiezan a acelerar, dejan su marca en la tierra antes de lograr adherirse a esta (como si fuera un dibujo animado, exactamente igual. A veces el Universo tiene estos momentos humorísticos y es que el Universo es muy bromista).
Primero se oyó un
CREEGGG
mientras las botas se convertían en ruedas
después un
FWWOOOSSSHHH
cuando empezaron a acelerar
y finalmente un
FIIIIUUUUUU
al coger velocidad y salir de allí a toda prisa.
De esta forma el ingenioso Doctor Gato alcanzó rápidamente a Frost, perrito de aventuras, al que cogió del brazo y puso entre los suyos. Esto sorprendió al can pero tan solo un momento, Gato le sonrió y lograron salir de allí indemnes que, por si no lo sabes, significa que se marcharon sin haber sufrido daño alguno.
Esto no es del todo cierto. Esa palabra sí tiene ese significado pero no se ajusta a la realidad de la situación. Para empezar Frost tenía algo de dolor en el brazo del que Gato le había agarrado, además un rato antes se había tropezado y golpeado en la cabeza con lo que tenía un pequeño chichón que se sumaba a una caída que le había dejado algunos moratones por aquí y por allá.
Y para seguir, a Gato le pasaba un poco lo mismo. En un momento de la aventura una puerta oculta se había abierto de improviso, por eso de estar oculta, y le había golpeado en la cara con lo que tenía la nariz amoratada. Eso sin olvidar que aunque las botas que se convertían en ruedas eran un gran invento todavía estaban en fase beta, no había tenido tiempo de ajustarlas y le hacían daño en los pies.
Pero más o menos, excepto todo esto que no era grave y ni siquiera preocupante, estaban los dos bien. Había salido indemnes, podríamos decir.
Capítulo 2º, 1ª parte: Antes de la aventura. Esta historia continuará…