Un babuino beduino en Frost, perrito de aventuras. Ilustración de Doc Pastor

Un babuino beduino en Frost, perrito de aventuras. Ilustración de Doc Pastor

Sigue la historia de Frost, perrito de aventuras.

Por el breve camino el perrito de aventuras se fijó en el pequeño poblado temporal, todo tiendas de tela y personas que iban de un lado a otro, también había monturas y llegaba hasta él olor de comida y té. Su estómago rugió una vez más.

Dentro de la tienda había cuatro personas, entre ellas una anciana a la que era evidente que todos respetaban, sin duda era la matriarca. Le saludaron, él se lo devolvió y entonces le invitaron a tomar tres vasos de té que era lo tradicional, Cada uno con un significado distinto. Después le ofrecieron alimentos para saciar su apetito, había de todo desde dátiles y nueces a lentejas y garbanzos, además de carnes de distintos tipos y verduras como calabazas y berenjenas (aunque de estas apenas tomó, no le iban demasiado).

Él dio las gracias y quiso hablar con ellos, pero la matriarca no le dejó. Le señaló las viandas e insistió en que comiera, que primero recuperara fuerzas. Era su invitado así que solo pudo hacer lo que ellos querían, por otro lado por otras aventuras ya sabes que Frost es un glotoncete, así que tampoco tuvo mucho problema. Llenó bien la panza, no puede decirse otra cosa. Sin querer le salió un pequeño eructo, algo que ellos celebraron pues demostraba que había comido bien y así quedó claro con la sentencia “Al–ḥamdu lillāh” expresada con una sonrisa.

Tras este trámite, que dejó la barriga de nuestro protagonista bastante redonda, todos se sentaron en unos cojines y empezaron a explicarle que le habían encontrado en la cueva. No dormido, como él pensaba, desmayado e inconsciente y por lo que parecía llevaba así uno o dos días. Él les contó qué había sucedido, su caída hasta el desierto, los problemas para usar sus aparatos y cómo se enfrentó al enorme gusano. Esto último les sorprendió, ellos cazaban a estos seres para alimentarse (de hecho parte de la carne que había era de ellos) pero necesitaban pelear con ellos siendo varios y en cambio él había ahuyentado a uno él solo. Esto logró su admiración y respeto.

– Estoy aquí para saber qué ha pasado, este mundo por lo visto era verde y ya no lo es– comentó a sus nuevos amigos.

Estos le dieron la razón y Sabala, así se llamaba la matriarca, le dijo que era cierto pero que no era el momento. Ahora lo que debían era darle nuevas ropas más adecuadas, hechas de telas que le protegieran y le ayudaran a resistir el desierto. El vestido era blanco y le sentaba como un guante, no tenían espejos pero él se sentía muy bien, era un vestuario diferente al que estaba acostumbrado y lo cierto es que prácticamente no lograba recordar la última vez que llevó algo diferente a uno de sus uniformes.

Capítulo 5º, 2ª parte: Un día de calor. Esta historia continuará…

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