Frost, perrito de aventuras, en el desierto

Frost, perrito de aventuras, en el desierto

Sigue la historia de Frost, perrito de aventuras.

Aunque el perrito de aventuras tenía los informes de los Cadetes Espaciales y con Duque habían planeado qué podía encontrarse no estaba preparado para lo que se encontró. Según sabían el planeta estaba en peligro, se estaba secando y por eso él debía acudir, tenían que averiguar qué pasaba y solucionarlo. El problema es que los informes no eran completos, debido al magnetismo extraño de las nubes (que hace unos minutos él creía haber visto sonreír, aunque eso no era posible. Pero…) las comunicaciones habían llegado fragmentadas, no se podía hacer una exploración desde el espacio y todo lo que sabían era en gran parte una enorme suposición.

Así que cuando Frost, perrito de aventuras aterrizó lo que vio fue un desierto. Un desierto que se extendía por todo lo que alcanzaba la vista. No parecía que hubiera acertado en sus suposiciones, los peores escenarios no eran tan catastróficos.

– Arena – dijo Frost para sí mismo – Solo hay arena – miró a un lado y a otro.

Sí, solo había arena. Y a pesar de ello también una cierta belleza. A pesar de sus muchas y distintas aventuras el pequeño can nunca había estado en un sitio así. El color era cambiante, cada segundo todo era diferente, el viento mecía los granos y el sol caía con fuerza haciendo que las sombras fueran únicas. En ocasiones había oído describir al desierto como el océano y ahora lo entendía.

– Esto es maravilloso – dijo para sí mismo con esa sonrisa traviesa atravesando su rostro.

– Duque, ¿me oyes? – No hubo respuesta. Como sospechaban no podrían comunicarse. Así que estaba solo, perdido en medio de un desierto que no conocía sin poder comunicarse con su mejor aliado, sin estar realmente preparado y sin un plan.

– Bueno…- comentó quitándose la escafandra -… podría ser peor. Al menos no he caído en un pozo, eso sí fue un problema. Tres días me pasé ahí dentro –

Dejó caer la escafandra a la arena, se quitó el resto del traje protector y notó el calor en todo el cuerpo. Recordó que en el desierto durante el día las temperaturas son realmente alta y por la noche bajan al punto extremo. Empezó a jadear, como todos los perritos, y a sudar por las almohadillas.

– Igual estoy en problemas, esto no va a ser tan fácil – pero eso no le iba a detener. A otros quizá, pero no a él.

Pero era un desierto y eso es peligroso. Empezó a hacer repaso de todo lo que tenía y no era mucho. Si bien su uniforme era ideal para aventuras no tanto para supervivencia, al menos no por mucho tiempo. Contaba con los conductos de hidratación que evitarían que pasara sed pero estos eran justitos, no estaban pensados para estas temperaturas. Tampoco llevaba nada de alimento, había asumido que encontraría algo que pudiera comer, había sido un gran fallo.

– Parezco un novato- se dijo y mientras clavó sus ojos en las alas ahora parcialmente cubiertas por la arena que el viento había mecido. – Mmmmmm- Se acercó a ellas, las palpó y recordó que estaban hechas de una tela muy fuerte.

Fin de la 3ª parte del capítulo 4º. El desierto eterno. Esta historia continuará…

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