Frost, perrito de aventuras, y el ingenioso Doctor Gato. Ilustración de Doc Pastor.

Frost, perrito de aventuras, y el ingenioso Doctor Gato. Ilustración de Doc Pastor.

Sigue la historia de Frost, perrito de aventuras. ¡Y el Doctor Gato!

Y aquí retomamos nuestra acción, con Frost en brazos de Gato y este yendo a toda velocidad gracias a sus botas ruedas.

– ¡Gato! ¡Vete directo a la nave! – dijo Frost, perrito de aventuras.

–¡¡¡Eso estoy haciendo!!! – respondió el felino.

La tribu de los pamuches seguía corriendo tras ellos pero muy lejos, las botas ruedas habían servido bien y en nada alcanzaron la nave cuántica del Doctor Gato. Según se acercaron a ella abrió las compuertas y entraron rápidamente, chocando contra el suelo (otra vez).

–¡¡¡Ayyyyy!!!– se quejó el científico.

– ¡Rápido, Gato, quítate una de las botas! – dijo el can

Gato le miró extrañado, no entendía qué pasaba y esa era una sensación que no le gustaba. No se creía el más listo de la sala, era el más listo de la sala. – Espera, ¿mi bota? ¿Para qué? –

Frost le miró directamente con el ceño fruncido – ¡Gato, la bota! ¡AHORA! – no estaba para explicaciones innecesarias.

La nave había empezado a despegar, la compuerta se estaba cerrando y se veía llegar a los pamuches. El científico hizo caso a su amigo, habían pasado mucho juntos como para no confiar en él, le dio su bota rueda y él… ¡La lanzó por la compuerta justo antes de que esta se cerrara!

–¡Eh! ¡Mi bota! – se quejó – ¿Porqué has hecho eso? – exigió saber.

– Muy fácil. Les hemos quitado su objeto sagrado…– empezó a decir Frost.

– Era una bomba– cortó Gato.

–… Síiííííí, pero no lo sabían. Tenían un objeto sagrado salido de una nave así que les hemos dado otro objeto sagrado salido de una nave. Uno que además no va a explotar… – tras decir esto Frost, perrito de aventuras se quedó un momento en silencio. – Por que no va explotar, ¿no? – dijo mientras miraba con preocupación a su compañero y colega.

Este dudó un momento, cerró su ojo biónico e hizo unos cálculos mentales rápidos – Bueno, no debería. Como mucho empezará a correr hasta que se le acabe la batería, pero eso será todo –

La misión había salido bien. Ellos habían recuperado un objeto explosivo, abajo en el planeta Benska los pamuches tenían un nuevo ídolo y más leyendas que pasar de padres a hijos. Y todo a cambio de solo unos pocos morados aquí y allá. Y un chichón.

Llegaron hasta el espacio, allí aguardaba Duque, la nave autoconsciente e inteligente (más bien listilla) de Frost. El pequeño can se despidió de su amigo sabiendo que llevaría el explosivo hasta el cuartel de los Cadetes Espaciales, se adentró en su nave y se fue a descansar.

Al menos esa era la intención.

Poco después de tumbarse en su cama, tras una rica taza de chocolate caliente, una luz se iluminó en el panel de mando.

Una luz roja muy brillante.

Algo estaba pasando.

Y es que, a veces a su pesar, la aventura nunca duerme.

Fin del capítulo 2º, 3ª parte: Antes de la aventura. Esta historia continuará…

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