¿Quién vigila a los héroes de DC Comics?

Tres momentos clave. 1) 1938: Año en el que Superman, el mayor héroe de todos, hace su aparición y el mundo del cómic jamás volverá a ser el mismo. 2) 1986: Se publica el primer número de Watchmen, una historia de Alan Moore y Dave Gibbons que vivisecciona el género de los superhéroes. 3) 2016: Batman, en los comienzos del evento Renacimiento, encuentra en su cueva una chapa de un Smiley bien conocida por los lectores.

El DCVerso es bien conocido por su compleja, rocambolesca y castigada cronología. Una historia que comenzó hace casi una centuria y que ha sido víctima de diferentes intentos de ser simplificada, siempre saldándose de la forma justo contraria. La excepción sucedió tras Crisis en Tierras Infinitas y la Tierra resultante que fue, por otros tantos años, el centro canónico en el que los diferentes personajes desarrollaron sus vidas y aventuras.

La madeja siguió complicándose con el concepto del Hipertiempo (que, personalmente, me pareció un acierto), Hora cero, Crisis Infinita, Convergencia… Intento tras intento de simplificación sin llegar a lograrlo, siempre daba lugar a más complicaciones en las historias, en el pasado (y el futuro), con una mitología que se rompía y recomponía cada pocos años. En resumen, una cronología confusa, complicada de explicar y de seguir, compuesta por retazos que conformaban un todo caótico.

El reloj del Juicio final supone el enésimo intento de dar con una explicación plausible a todos estos movimientos y reinicios (necesarios o no, eso habría que discutirlo), y se hace a través de la unión del actual Dcverso con los personajes de Watchmen, y más en concreto del Doctor Manhattan. Literalmente, un dios caminando entre hormigas.

La premisa planteada por Geoff Johns es compleja, densa y metódica, en ocasiones lenta e incluso aburrida al punto de que la primera mitad de la historia, si bien es necesaria, puede echar atrás a más de uno. Pero si se sigue delante, se pasan las páginas y se deja que todo evolucione, merecerá la pena según se acerque el final que puede resumirse, sin caer en destripes, como una carta de amor a DC Comics, a su vida hasta el momento y, por encima de todo, a Superman como el pilar sobre el que todo se construyó.

Si bien debe decirse que queda patente que el guionista se encuentra mucho más cómodo dentro de las fronteras de estos personajes que tan bien conoce, ha revitalizado a varios de ellos, y no tanto al tener en sus manos a la realidad de los oscuros vigilantes de Alan Moore. Si bien sabe salir adelante, es igual de cierto que no termina de dar con el toque adecuado para con ellos, muy posiblemente debido a que tan solo su creador es capaz de ello.

Por otro lado, el dibujante Gary Frank no flojea en ningún momento. La calidad de su trabajo es siempre pasmosa, y es un placer poder disfrutar de sus ilustraciones en una obra que elige como base la tradicional plantilla de nueve viñetas (en un émulo evidente de Watchmen) con lo que la lectura da mucho de sí. En su experiencia profesional ha pasado por gran cantidad de personajes de la casa como Shazam, Batman y, por supuesto, Superman (destaco, por gusto personal, la historia Superman: Brainiac, que también guioniza Geoff Johns).

El reloj del Juicio final es una obra que ha desatado multitud de comentarios, tanto a favor como en contra. Puede entenderse como un simple entretenimiento, un ejercicio de fantasía en estado puro, o como una historia que marcará un antes y un después entorno a los personajes de DC Comics. Sea de la forma que sea, no deja a nadie indiferente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *