En las manos de Bill Sienkiewicz Moby Dick se convierte en una historia de dioses, en mitología pura.

Moby Dick.

La temible ballena blanca.

Un ser legendario que puede competir con los mismos dioses.

Y el capitán Ahab.

Todavía más temible que su feroz enemigo.

Un demonio surgido de los abismos guiado por un increíble afán de venganza.

Dos figuras literarias inolvidables, unidas por la soga del destino y por la magia de las letras.

Esta historia ha sido referenciada y homenajeada gran cantidad de veces, como en los dibujos de Hanna-Barbera o en Star Trek II: La ira de Khan en el personaje de Khan, que bebe de forma muy directa del capitán Ahab y su obsesiva venganza.

También ha sido adaptada a otros medios innumerables veces, quizá la versión más conocida sea la de 1956, Una joya del cine que dirigió John Huston, con Gregory Peck en el papel del capitán Ahab. Pero si hay una obra que logra igualarse en claustrofobia y penurias a la original, esa es la revisión que hace el artista Bill Sienkiewicz (editada en España por Astiberri).

Su visión de las letras de Herman Melville es abigarrada y oscura, el Pequod es un barco salido desde las mismas entrañas del infierno y su capitán Ahab parece un gigante, un dios caído en desgracia al que todos obedecen guiados por su mesmérica obsesión.

Y Moby Dick, esa ballena blanca. Imposible es su existencia y también su muerte, eterna como el tiempo y más grande que la vida. Al igual que en el relato clásico tarda en aparecer, pero cuando lo hace llena la página y se sale de ella. Bill Sienkiewicz retrata al leviatán cómo se merece, con la ferocidad y el poder que debe desprender. No es un simple animal, no es un cachalote perdido, es la furia del mar que ha cobrado forma. Y nada, ni nadie, puede parar a esta fuerza de la naturaleza.

Moby Dick es un relato que ha sobrevivido al paso del tiempo y se ha convertido en un clásico por derecho propio, y en las manos de Bill Sienkiewicz esta epopeya marítima se convierte en una historia de dioses, en mitología pura.

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