La vida es un lugar complejo a pesar de que en esencia vivir es fácil. El día a día está lleno de inconvenientes, de tropiezos, de secretos y mentiras. Hay épocas más terribles que otras y siempre solemos pensar en las dictaduras como esos momentos en los que no somos libres, en los que las personas no pueden expresar sus sentimientos y ser en realidad ellos mismos, pero no siempre es así y la historia nos ha mostrado (y nos muestra) ejemplos claros de democracias y situaciones en que ser tú mismo es un delito (o casi).
La era de Margaret Thatcher como dirigente de su país es uno de esos momentos y son muchas las películas que han ahondado en la sociedad existente durante el mandato de la conocida como Dama de hierro (un doble juego referente a su fortaleza y al aparato medieval de tortura). Sus medidas son más que conocidas y también su defensa de los llamados valores tradicionales, esos mismo que suelen dejar fuera de la ecuación a una gran parte de la población.
Jean, una joven profesora de educación física, es miembro de esa parte de la población. Una mujer homosexual que imparte clase en un colegio femenino, motivo por el que debe ocultar su auténtico ser. Solo es libre cuando termina de trabajar, pero en esos momentos las cadenas de su propia vida siguen atándola, más todavía cuando sepa que una de sus jóvenes alumnas comparte su orientación sexual.
Se desarrolla así una película embriagadoramente humana, llena de malas decisiones, de miedos y temores pero también de lucha y en ocasiones hasta de diversión, aunque quizá no de auténtica alegría. Todo ello llevado adelante con la estupenda actuación de Rosy McEwen como Jean, taciturna y agobiada por todo lo que vive, por su verdad y su mentira.
Su interpretación es suave y delicada, real y dolida. Podemos sentir sus avatares como si fueron los nuestros. De igual forma sucede con Lucy Halliday que da vida a Lois, la alumna también homosexual, que sirve de espejo sobre el que Jane puede proyectarse e incluso ver sin ser consciente cómo era ella hace no tanto tiempo.
Blue Jean es un pequeño regalo, una de esas delicias que de vez en cuando nos da el cine y que solo nos pide que nos sentemos y nos dejemos llevar por la vida de los personajes.