¿Todavía no te has adentrado en el cómic franco belga? Pues ya tardas.

Los que me sigáis a través de esta web o por Twitter, ya estaréis al tanto de que tuve la suerte de ir por primera vez en mi vida al Festival Internacional de la historieta de Angulema. Tema del que ya os puse algunas impresiones aquí, y días en los que tuve la suerte de conocer a un pitufo 🙂

Pero estando allí empecé a pensar en el mundo del cómic, el acto, cómo se ve allí y las diferencias con lo que tenemos aquí. Era inevitable hacerlo, estando durante media semana dentro de un evento dedicado por completo a las viñetas, en un pequeño pueblo en el que todos toman parte de la celebración y que se ha convertido por derecho propio en una de las citas de referencia para los profesionales, aficionados y curiosos.

En ocasiones he escuchado a colegas de ese mundillo decir que ojalá en España se hiciera algo similar, y es cierto que lo sería pero es obviar por completo un buen número de circunstancias y hechos que dejan claro que en nuestro país se debe seguir otro camino. Para empezar tenemos el hecho de que hasta no hace tanto leer tebeos seguía siendo algo casi tabú, se puede decir que ha sido con la llegada (y el éxito total) de Marvel Studios que esa brecha se ha roto del todo.

Puede que no tanto en el consumo de estos (los cómics), pero al menos sí la percepción pública de que existen los personajes más allá de sus versiones cinematográficas y de televisión. En cambio en Francia hace muchas décadas que es lo habitual, padres e hijos leen a Spirou y Astérix, la BD (Bande dessinée, que es la forma de referirse al cómic allí) es una auténtica industria que publica decenas de materiales propios cada año.

Claro está que algunos títulos son más legendarios que otros, han logrado permanecer por décadas. En ocasiones cambiando de manos, con nuevos enfoques e incluso reconstruyéndose desde sus bases para lograr mantenerse fiel a su espíritu.

Los Pitufos

Nacidos en su país de origen como Les Schtroumpfs, palabra impronunciable que sale de una broma privada entre André Franquin (Tomás el Gafe) y Pierre Culliford, más conocido como Peyo. Fue este quien introdujo a los pequeños azules en La flauta de los seis pitufos en 1958. Esta historia estaba protagonizada por Johann y Pirluit, dos de sus creaciones más populares pero que terminaron eclipsados por los famosos duendecillos.

Su éxito fue inmediato, haciendo cada vez más apariciones y después empezando su propia serie, llegando a tener su propia línea de figuras de PVC que solo fueron la antesala a un mundo de merchandising por venir. Peluches, juegos de mesa, pegatinas, mochilas, camisetas, vasos, puzzles… La lista es casi infinita.

Poco a poco su mitología fue creciendo, aprovechando al principio la ya existente de Johann y Pirluit pero creando la suya propia por el camino. Destaca la aparición de Gargamel en El ladrón de pitufos en 1959, un malvado hechicero que se convertirá en el enemigo recurrente pero también en el creador de Pitufina (o Pitufita), primero como un arma para sembrar discordia pero después un miembro más de la pequeña comunidad.

Seguramente su mayor salto al éxito vino en la década de los ochenta gracias a la serie de Hanna-Barbera, que a pesar de no respetar del todo la esencia original fue la responsable total de su gran repercusión internacional. Algunos cambios introducidos no tenían mayor sentido, como el cambio de los pitufos negros (una de las mejores historias del cómic original) por morados, pero algunos se volverán populares para siempre como pasar de Gran Pitufo a Papá Pitufo.

De hecho este cambio permanece en la actual edición integral que está lanzando Norma Comics, quienes también se encargan de comercializar en nuestro país todas las nuevas aventuras que guioniza el hijo de Peyo tras la muerte de este. Estos tomos son una compra obligada para todos los fans de los personajes, pero también muy recomendable para el que quiera iniciarse en los mismos por lo completo de su selección. Siempre con una introducción de Antoni Guiral que nos ayuda a conocer más de qué estamos a punto de leer, junto con una situación espacio temporal que es muy de agradecer para poder entender la obra en su conjunto.

Como recomendación personal os invito a leer El rey pitufo, uno de los títulos más interesantes en el que Peyo (junto a Yvan Delporte y Derib) reflexiona sobre la política, la demagogia, el servilismo y el abuso de poder que por desgracia es muy habitual de los cargos públicos. Una lectura que no os dejará indiferentes y que sorprende encontrar en lo que suele tildarse siempre de publicación infantil (que ya tuvo su especial en esta web).

Benito Sansón

Benito Sansón es un joven muchacho, educado y dulce, siempre reconocible por su sencilla indumentaria a base de una boina, bufanda y una llamativa chaqueta roja, que se ve en medio de injusticias contra las que no duda en actuar.

¿Y cómo puede hacer esto un niño?

Muy sencillo: poseé una increíble fuerza sobrehumana. Es esto mismo lo que hace de sus aventuras un sinfín de trepidantes escenas, bien bañadas con el humor y la visión de Peyo. Sí, eso mismo, hablamos de una creación que sale de la misma mente que dio vida a Los Pitufos; al igual que El gato Pusy o Jacky y Celestin.

Como sucede con muchos personajes de la BD, la primera aparición de este niño fue en la revista Spirou. En concreto en 1960, logrando tener una buena acogida pero con el paso del tiempo teniendo que apartarse su creador al requerir los pequeños azules toda su atención. Con todo estuvo presente hasta 1978 siendo el último álbum en el que trabajó El fetiche, con la colaboración de Albert Blesteau y un largo parón en el camino de más de una década hasta que se hicieron historias nuevas del personaje (ya sin él).

La popularidad de Benito Sansón hizo que en 2014 llegara al mundo de la gran pantalla con Benito Sansón y los taxis rojos, adaptación de la primera de sus historias que se publicó originalmente en 1962. Se contó con Leopold Huet para dar vida al protagonista, en la que hasta el momento es su única película, y la dirección de Manuel Pradal, también detrás de El misterio de Ginostra que protagonizaron Harvey Keitel y Andie MacDowell.

En nuestro país en la actualidad la publicación está en manos de Dolmen Editorial, en concreto dentro de su línea Fuera Borda en la que están presentes también Casacas Azules, Los hombrecitos, Bermudillo o Natacha, de la que se hablará unas líneas más abajo.

Esta cuidada edición de tapa dura compila en cada número varias de las aventuras del personaje, siempre llevando en la parte final varias páginas de información que son muy de agradecer. En este apartado se relata el lector anécdotas, historia detrás de la historia, fotografías y diversos materiales curiosos que van desde portadas a bocetos, lo que hace de la experiencia de la lectura una maravilla.

Natacha

Mi hermano trabaja en la aviación, gracias a eso conozco un poco de cerca cómo es ese mudnillo y anécdotas del día a día. Así que siempre que vuelvo a leer las historias de Natacha no puedo si no hacerlo pensando en él, pero claro está que el personaje de las viñetas vive unas historias sorprendentes que se alejan por completo de lo que es la realidad. Pero claro está, esa es precisamente la gracia de ponerse a leer a la azafata creada por François Walthéry y Gos, pero en el que también han trabajado otros nombres como el ya mencionado Peyo.

Natacha es una joven resoluta, inteligente y aventurera, rubia y bella, a la par que valiente y atrevida pero también con un cierto toque adulto. Se alejó de otras publicaciones de su estilo, al introducir en ocasiones imágenes de esta mujer en ropa interior (e incluso desnudos), así como de otras compañeras, como habría dicho mi abuelo “era picantona”.

Apareció por primera vez en 1970, con ciertas similitudes con Brenda Starr de Dale Messick, en (seguro que lo habéis adivinado) la revista Spirou, pasando posteriormente a editarse en tomo en 1971 como Natacha, azafata de vuelo. Historia que es precisamente la que inicia la primera tanda de integrales de Dolmen Editorial, que lleva ya un total de siete volúmenes en el mercado. Esta edición mantiene la misma forma que la ya mencionada con Benito Sansón, con un apartado final lleno de extras con bocetos, artículos y materiales diversos que siempre son de agradecer.

Desde hace tiempo hay un proyecto para adaptarla a la gran pantalla, que quizá termine de fructificarse a lo largo de 2018, mismo año en que se estrena Les aventures de Spirou et Fantasio.

Spirou

El popular botones ha llegado al mundo del cine, pero no ha sido en 2018 a pesar de lo que pueda parecer. O no exactamente. En realidad fue en 2017 con Le petit Spirou de Nicolas Bary (Los niños de Timpelbach), que tuvo al pequeño Sacha Pinault como protagonista.

Seguramente más de uno recuerde a este personaje, y su inseparable compañero Fantasio, por la serie televisiva de animación de los noventa sencillamente llamada Spirou y Fantasio que fue todo un éxito. Años después, en 2006, se estrenó Les nouvelles aventures de Spirou et Fantasio pero que no logró gozar de la acogida de la anterior producción.

A lo largo del tiempo han sido muchos los autores que han dejado su impronta en él (ellos), debido a que pertenece a la editorial, pero seguramente hay dos que destacan por encima de los demás. El primero de ellos es Rob-Vel, precisamente su creador en 1938, que lo concibió como un botones del Hotel Moustique. Le dotó de su hoy llamativo aspecto que en su momento tenía un total sentido narrativo, pero que se ha ido transformando para terminar siendo sencillamente un pantalón rojo con una cazadora a juego.

Todo cambió con la llegada de André Franquin, y es una de las pocas veces en que esta frase no es una exageración. Cogió a los personajes y sus historias para llevarlas a lugares totalmente nuevos, tanto que todavía son leídas como si no hubiera pasado el tiempo por ellas y eso que empezó a ocuparse de ellos en la década de 1940.

La mitología de la serie creció y se incorporaron nuevos secundarios, como el excéntrico pero sabio conde de Champignac que apareció en Hay un brujo en Champiñac (de 1951) y llegó para quedarse, logrando hacerse con el cariño de los lectores y siendo considerado una parte igual de importante que sus dos protagonistas.

Es también el responsable de la creación del Marsupilami, un extraordinario y ficitio animal de color amarillo con motas negras, que tiene muy mal genio y una sorprendente cola que se alarga hasta límites increíbles. Personaje que no pertenecía a la editorial Dupuis y por tanto dejó de aparecer en la serie al marcharse Franquin; al menos hasta 2013 en que se compró y volvió así a la vida de Spirou en 2016 con el álbum La colère du Marsupilami. Su popularidad llega a rivalizar con la del viejo botones, y ha sido llevado en diversas ocasiones a la pequeña pantalla en dibujos animados y en 2012 en cine en una muy olvidable película llamada En busca de Marsupilami.

Ahora mismo Spirou es editado en España por la editorial Dibbuks, que lleva varios años lanzando títulos muy diversos que ocupan las etapas más primigenias del personaje (en varios integrales), la inolvidable etapa de Tome y Janry (culpables también de El pequeño Spirou), la línea Una aventura de Spirou por… que se escinde del canon regular para presentar aventuras propias (de ello ya se ha hablado en esta web), y también materiales de actualidad como es Zorglub: la hija de Z.

Este título no deja lugar a dudas sobre qué va a encontrarse el lector. Un volumen totalmente protagonizado por Zorglub, uno de los villanos (¿o no lo era tanto?) más aplaudidos y queridos de Spirou y Fantasio, que ha tenido ya su nombre en varios álbumes y que cobra nueva vida de la mano de José Luis Munuera. Este autor español ya había puesto su granito de arena en esta larga saga, ya que fue dibujante de varias historietas como Spirou et Fantasio à Tokyo o Aux sources du Z, en este último dando ya su visión del científico loco.

Ahora por completo en sus manos, tanto guión como ilustración, dotándole de una hija hasta el momento desconocida, que ha sido recientemente publicado también por Dibbuks y que os tengo que recomendar a todos los que seáis amantes del mundo de Spirou, o a los que sencillamente queráis leer un cómic entretenido que es la puerta de una serie muy prometedora.

Astérix

No puede terminarse un artículo sobre la BD sin hablar del galo (los galos) más famoso (famosos) del mundo entero. Astérix, el pequeño e inteligente guerrero, que junto con su amigo Obélix, que peca de simplón pero con gran fuerza y enorme corazón, viven aventuras que les llevarán a viajar por todos los confines del mundo conociendo a personajes divertidos en cada uno de estos periplos.

Su historia comenzó en 1961 con Astérix el galo, y solo dos años después ya dejaban su pueblo para llegar hasta la tierra de los godos. De esta forma se iniciaba lo que iba a ser toda una tradición; no hay nada más clásico que un álbum en el que Astérix y Obélix se marchen de viaje ya sea para ayudar a un primo (Astérix en Bretaña) o a la mismísima Cleopatra (Astérix y Cleaopatra, quizá el mejor tomo de todos).

Desde un comienzo René Goscinny y Albert Uderzo dejaron bien establecidas las personalidades de sus hijos, que lógicamente fueron ajustándose con el paso de las páginas y según iba en aumento su popularidad. Esto hizo que rápidamente dieran el salto a otros medios, y así en 1967 se estrenó Astérix el galo (el mismo año, en televisión aparecieron en Deux romains en Gaule), a la que seguirían una larga lista de títulos que irían alternando entre animación y acción real.

Pero la desgracia también tocó a estos personajes, que en 1977 tuvieron que despedirse de uno de sus padres: René Goscinny falleció de forma inesperada, dejó huérfanos a sus hijos y a miles de lectores de todo el mundo. Albert Uderzo siguió desde entonces en solitario, con títulos de buena acogida como La gran zanja o Astérix en la India y otros que son olvidables como Asterix y Latraviata o ¡El cielo se nos cae encima! que fue el último firmado por él.

En 2013 llegó Astérix y los pictos, primer álbum en el que ya no estaban ninguno de sus dos autores originales habiendo recogido el testigo Jean-Yves Ferri y Didier Conrad. Fue todo un éxito de ventas, contó con la aprobación de Uderzo y aunque es evidente que es una obra hecha sin correr riesgo alguno se dejaba muy claro que había aventuras para rato.

La última de ellas ha sido Astérix en Italia, publicada en nuestro país por Anaya como viene siendo habitual desde hace años y metiendo a los dos héroes en una carrera que tiene más de un guiño con la vuelta ciclista. En este recorrido por Italia, no solo por Roma (como suele ser habitual), se lleva la tradición de encontrarse con extranjeros (y reírse de los tópicos) un paso más allá, al dotar a esta carrera de participantes de todas partes del Imperio romano.

Poco a poco Conrad y Ferri van haciendo suyos los personajes, manteniendo siempre un evidente respeto por la obra original y el trabajo de sus creadores. En sus álbumes anteriores ya iban dejando algunos pequeños toques propios, marcando todavía más su propio camino en este tomo y quizá en todo lo que está por venir.

Otros personajes

La lista de cómics que merecen un lugar propio son muchos, en este artículo se han optado por cinco que son muy representativos para que sirvan a modo de iniciación. Otros títulos que podrían citarse son El teniente Blueberry de Jean-Michel Charlier, Las aventuras de Tintín de Hergé, Lucky Luke que fue concebido por Morris, Thorgal de Van Hamme y el dibujante Rosinski (una de las historietas favoritas de mi padre), Iznogud que es una creación también de René Goscinny junto al dibujante Jean Tabary, o Valérian: agente espacio-temporal de Pierre Christin y el dibujante Jean-Claude Mézières que se adaptó de forma reciente al cine por Luc Besson (El profesional (Léon)).

Como recomendación final os propongo leer Gringos Locos, de Yann y Olivier Schwartz, editado por Dibbuks en nuestro país. Basado en una historia real, narra (de forma ficcionada) el viaje que a finales de la década de 1940 hicieron Morris, Jijé y Franquin dejando su tierra atrás para intentar conseguir trabajo como dibujantes en Walt Disney.

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