Una vida a lo grande es una buena crítica a la esencia humana social del primer mundo

Alexander Payne (Los descendientes, A propósito de Schmidt) presenta esta pequeña puesta en escena que mezcla la ciencia ficción más cercana con toques naturistas.

El doctor Jørgen Asbjørnsen es un científico que trabaja en un laboratorio de Noruega en una forma de terminar con la sobrepoblación humana y el exceso de consumo de recursos naturales. Ante un consejo científico que observa atónito al doctor reducido a 13 centímetros presentando su tesis y cómo puso en práctica durante 4 años la vida en sociedad con un grupo de voluntarios.

Varios años después, el decrecimiento se ha popularizado dado el bajo coste de la vida en miniatura; un sueldo normal en el mundo normal equivale a ser millonario en el mundo pequeño. Paul Safranek y su esposa Audrey, cansados de una vida monótona y que parece no llevarles a ninguna parte, deciden entrar en el programa de miniaturización para vivir más acomodadamente. Tras someterse al tratamiento, Paul recibe una llamada de su esposa, quien a última hora se ha dado cuenta que no es lo que ella quiere y le abandona.

Una vida a lo grande muestra una realidad que no nos es extraña, un mundo en el que los recursos estan escaseando y la mayoría no hacemos nada para evitarlo. Propone una solución digna de Cariño, he encogido a los niños (pese a su gran parecido por el planteamiento de la trama, pronto nos olvidamos de esta comparativa) con un toque de humor más satírico y, a la vez, dramático.

Aparte de la trama, lo interesante de la película son los planos de una Noruega montañosa, pacífica y tranquila, así como la fictícia miniciudad de Ociolandia digna de las más prestigiosas y caras residencias de jubilados americanas.

El gran fallo de la película en realidad son dos, pero van de alguna forma de la mano. Y es que la trama pierde un poco de fuelle e incluso se hace bastante repetitiva a partir del segundo acto. Ya desde el principio nos ha quedado claro el mensaje anticatastrófico y se hace redundante repetirlo cada vez, a lo que a su vez ayuda un exceso de metraje (dos horas y cuarto de duración) que relentizan la evolución de los personajes.

Matt Damon hace un excelente papel, pero su actuación se ve ofuscada precisamente por ese exceso de metraje, y es que hay pocos momentos en los que no esté en pantalla. Y aunque sigamos la evolución de este trabajador mediocre y ordinario hasta expandir su mente más allá de su ordinaria vida, llega un momento en que nos cansa.

Otros que también brillan de forma excepcional son por un lado Hong Chau, quien ha sido nominada recientemente a los Globos de Oro por su papel en en esta película, como una refugiada vietnamita acusada de sedición y reducida de tamaño contra su voluntad, todo un ejemplo de lucha y valentía por la defensa de los más débiles; y por otro cómo no, Christoph Waltz como un desentendido francoamericano que vive la vida al límite y se preocupa poco o nada de quienes le rodean más allá de cómo puedan afectar a sus propios intereses, aunque demostrará tener muy en el fondo su corazoncito.

Una vida a lo grande es una buena reflexión acerca de lo que estamos haciendo con nuestro planeta, pero también una crítica a la esencia humana social del primer mundo, del llamado en los últimos años postureo. Pero su calidad se ve tristemente dañada por el exceso de metraje de la misma y una pérdida de focalización a partir del segundo acto.

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