Imagen de la película Una madre en Tokio

Imagen de la película Una madre en Tokio

Nuestra opinión sobre la nueva película del director Yôji Yamada.

Llevaba tiempo esperando hacer una crítica sobre una película asiática, ya que no suele ser el cine más consumido en estos lugares. Si bien es cierto, que está no va a ser una crítica muy a favor, ya que esta película no es precisamente lo que esperaba dentro de cine asiático.

He vuelto a tener la misma sensación que cuando vi Vidas Perfectas: esto yo ya lo he visto y no está bien contado. De nuevo ha tocado una película que no presenta nada interesante a la manera de contar una historia, lo que es un problema grande.

Imagen de la película Una madre de Tokio
Imagen de la película Una madre de Tokio

¿Qué se busca de verdad?

Son varios los problemas que presenta el filme, siendo el primero de ellos su duración: 110 minutos. Ya me pareció algo excesiva cuando me lo dijeron al entrar, pero pensé que se trataría por el diferente ritmo que suele tener el cine de allí. No es tal cosa, la película es lenta y le sobra metraje. Por mucha respiración que pueda necesitar la historia, es exagerada esta duración.

Al tratarse de una historia familiar, (típica familia con problemas que mantiene a la abuela como centro neurálgico para mantenerse unida sin tener en cuenta sus propias necesidades) pensaríamos que el reparto nos presentaría unos personajes fuertes y atrayentes, pero no es así. No estoy diciendo que el representar a una persona mediocre no sea de interés, pero en ningún momento de la película pasamos a empatizar con alguno de los miembros de la familia, lo que es un fallo de comunicación a todas luces. Es esto especialmente lo que hace adolecer a la película de ningún tipo de magia: sabemos en todo momento como evolucionarán los personajes y donde terminarán. Es complicado generar interés cuando no hay ningún placer en el visionado.

Imagen de la película Una madre de Tokio
Imagen de la película Una madre de Tokio

Yôji Yamada, reconocido sobre por la trilogía de la que forma parte El ocaso del samurái, nos ha presentado en las últimas películas asuntos de familias de Tokio, dentro de su día a día, pero con este filme parece que se haya disipado la magia con la que narraba esas desventuras habituales.

Tengo que reconocer que esperaba algo diferente con esta película, aunque hay que reconocer que no deja de ser un mérito ponerse a contar una historia a los 92 años de edad como los que tiene Yamada. Nos ha dado mucho bueno en su carrera y no por eso voy a ser yo el que haga escarnio por una película más floja…

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