“¿Qué le ha pasado al Salón del cómic?”, “Ya no es como antes”, “antes ibas y podías encontrar material que no encontrabas el resto del año, tebeos antiguos, fanzines…”, “ahora es un salón de a saber qué con tanto videojuego y merchandising de por medio”.
¿Cuántas frases parecidas habéis escuchado al respecto? Probablemente tengas las tuyas propias.
¿Que qué le ha pasado al Salón? Le ha pasado lo mismo que al mundo del cómic. Lo mismo que a tu grupo favorito, ese del que sólo tú conocías su existencia y henchías el pecho de orgullo y satisfacción cuando se lo descubrías a alguien y ahora lo conoce todo el mundo.
Le pasa que se ha hecho famoso.
Ya no es ese rincón especial con aire de gueto clandestino donde podíamos escapar del mundo. Ahora el salón y los cómics, aunque quede mucho trabajo por delante, forman parte del mundo.
Cómics y presentaciones en centros comerciales, adaptaciones cinematográficas live action, adaptaciones animadas de historias concretas pensadas para público maduro… Incluso esas miradas extrañas y con regusto a “eres patético” de la supuesta gente corriente al confesarte como fan o como alguien del sector se han ido difuminado, siendo a menudo sustituidas por miradas de curiosidad sincera y, en algunos casos, incluso de cierta admiración. Ser fan o formar parte del medio ya no te hace raro. Como mucho, te hace diferente, pero un diferente bueno. Como el que te dice que es diseñador de moda o que le gusta salir de acampada y pescar los fines de semana, porque son trabajos o actividades que no ves en tu gente del día a día y por ello es, como mínimo, positivamente interesante.
Queda mucho camino. Los cómics -la narrativa gráfica en general- aborda grandes cantidades de géneros y estilos, y es más que evidente que los superhéroes (y el shonen en el caso del manga) es lo que ha supuesto la mayor puerta de entrada para muchos. La popularización del resto de géneros apenas empieza a meter el pie en el océano, pero es innegable que con un gran crecimiento potencial aun por delante, hoy en día el panorama es distinto al de hace 20, 15, 10 años.
Por consiguiente, el Salón ha cambiado junto con el mundo y la gente que lo puebla. Y ello ha llegado a través de adaptaciones cinematográficas y… si, de llenar el salón de productos derivados del sector para atraer a gente y tratar de acercarlos al medio.
Al fin y al cabo, cuando vivíamos en clandestinidad todos deseábamos la popularización de nuestro amado sector. Aunque éste nos haya traicionado como un amante que ya no nos pertenece en exclusiva.
Herramientas y contexto
Estas herramientas, para atraer a lectores al sector a través de productos multimedia cercanos al mismo y que antaño se veían como herramientas aliadas, actualmente parece que se han convertido en el gran enemigo. Como si su presencia en el Salón impidiera el paso a editoriales y librerías a formar parte del mismo, cuando la verdad es que cada uno es libre de decidir si participa o no. A todos nos llena de orgullo que el mundo real se fije en los cómics y decida hacer una película, una serie de animación, un videojuego, merchandising… Pero por algún motivo ya no les queremos en nuestro salón.
A todos nos gustaría, y me incluyo, un salón más culto y lleno de lectores puros. Un salón lleno de stands de editoriales grandes, montones de stands destacados de editoriales independientes, de stands de admirados autores que venden sus originales por 300 euros la pieza y que los lectores valoraran dichas piezas y precios con gusto… En definitiva, todos queremos un Salón que más o menos parezca Angouleme donde se valore a todo el mundo artística y económicamente, porque la admiración no paga facturas.
Pero hay un problema. En Angouleme tienen algo que nosotros no tenemos: Tienen franceses.
O, mejor dicho, un mercado francés. O mejor dicho aún, un mercado. Un mercado lleno de lectores que consumen. Y que consumen con gusto incluso, quizá “sobretodo”, el material fabricado en y para su propio mercado. Porque allí no necesitan que algo tenga éxito en otra parte para valorarlo primero.
Nuestro mercado del cómic ha crecido gracias a diferentes medios como los mencionados productos derivados y adaptaciones cinematográficas, pero no nos engañemos. El mayor crecimiento que ha tenido es a nivel social. Como mercado sigue siendo pequeño, sólo que menos que antes.
Aun con todo, no se puede montar un Salón francés en el mercado español.
Porque aunque Ficomic (organizador del Salón del cómic) podría hacer un esfuerzo extra por fomentar el cómic entre la gente que aun no lo consume en lugar de, como parece, dirigir su salón a los que ya leen y a los que intentan atraer para que pague la entrada aunque se vayan a casa sin un solo producto que leer entre Nintendo, Funko Pops y demás… Lo cierto es que aun (aun) no estamos preparados como mercado para tener un salón grande y culto al mismo tiempo. A pesar de su evidente crecimiento, aun no tenemos ni tantos lectores ni mercado suficiente para ello, aunque estemos en camino.
Es posible que el mundo del cómic ya no sea nuestro amante en exclusiva. Es posible que ahora ame a más gente. Aunque no toda esa gente nueva sean necesariamente devoradores de viñetas y algunos de ellos sean sólo simpatizantes y no verdaderos socios del club. Es posible que mucha de esa gente venga sólo a disfrutar de nuestro ambiente, de nuestra fiesta, y que se vayan a casa sin nada que leer, habiendo acudido sólo a por los productos derivados, a por los cosplayers, la animación los muñecos, el merchandising…
Pero lo cierto es que en un Salón del Cómic, autores, editores y demás gente del medio tenemos en nuestro poder la decisión de formar parte del evento o no. De enriquecerlo o no. De que el porcentaje cultural de la propuesta del salón suba o no. Es la respetable decisión de cada uno.
Mientras tanto, en el mayor evento de cómic y por mucho que se diga, los lectores auténticos podemos encontrar multitud de gente del medio que decide participar: A multitud de autores, más de una docena de editoriales de diferentes tamaños, una veintena de fanzines y un enorme número de novedades de diferente impacto en el mercado.
Y por su parte, los simplemente simpatizantes pueden disfrutar de los productos derivados (esos que parece que nos esforzamos en olvidar que enriquecen y aportan valor al medio indirectamente) pudiendo disfrutar de su merchandising, muñecos, películas, cosplayers y demás… con ocasión de caer algún día en las viñetas dada su cercanía. Especialmente mientras aun no seamos tan grandes como nos gustaría ser, por mucho que seamos algo más populares.
A falta de un mercado mejor y mientras otros eventos más pequeños cumplen con el perfil de evento de cómic completamente cultural, puede que no esté tan mal que, por ahora, la autodenominada gran fiesta del cómic tenga la puerta entreabierta para aquellos que sin ser devoradores de viñetas tengan la oportunidad de descubrirnos.
Artículo de Toni Kudo, editor Jefe de Letrablanka Editorial.