Frost, perrito de aventuras, en Noche de paz

Frost, perrito de aventuras, en Noche de paz

Frost, perrito de aventuras, también se merece una noche de paz

Esta es una Navidad especial, extraña en su manera, pero preciosa en su ser. Y ahora veréis el motivo…

Frost, perrito de aventuras, estaba dentro de su nave Duque, que es un fantástico vehículo inteligente y autoconsciente a la vez que un amigo y un hogar. Los dos juntos viajaban por el espacio viviendo historias increíbles, salvando a personas en peligro y ayudando a todo el que podían. Y sí, generalmente metiéndose en líos. Más bien el pequeño e intrépido can, Duque solo estaba ahí, a veces a su pesar.

Como otras tantas veces tras haberse cambiado de uniforme, Frost se dirigió a la sala principal, se sentó en su asiento de capitán (de una tripulación conformada por él mismo) y cogió la taza de chocolate caliente que le estaba esperando allí. Duque había hecho dos, una para cada uno. Es cierto que al ser una criatura mecánica no necesitaba tomarlo, pero le gustaba y era un momento que podían compartir.

—¿Qué tal, algún aviso? —dijo Frost tras dar un largo y sonoro sorbo.

—No, no hay nada. Parece que será un día tranquilo —respondió Duque dando cuenta de su taza gracias a un brazo mecánico extensible y un agujero en una de sus paredes. —Mmmmmmm, hoy me ha quedado muy bien.

El pequeño aventurero entrecerró los ojos y apretó los labios, sabía que su amigo mecánico se traía algo entre manos, pero no sabía el qué.

—Ajá, sí, muy rico, es verdad —dijo y dio otro sorbo.

Y no dijo nada más. Los dos se quedaron allí en silencio durante varios minutos que se convirtieron en una hora. Seguía sin haber avisos, nadie parecía llamar pidiendo ayuda, no hacía falta que fuera a ningún planeta a salvar a una tribu en peligro.

—Duque… —empezó a decir—… ¿seguro que tus sistemas están bien?

—Sí, claro que lo están. Hace unas horas hice una revisión completa —respondió y si ocultaba algo era imposible saberlo—. ¿Lo preguntas por algo?

—No, no, por nada —dijo algo sorprendido—. Pues si no hay ningún lío en el que meterse creo que igual duermo un poco más.

Duque sonrió, aunque nadie lo vio puesto que no tenía músculos faciales, pero había una sonrisa. —Muy bien, perrito de aventuras, descansa. Cuando te despiertes tendrás una rica cena preparada y si quieres podemos ir hasta la constelación de Barberean, hoy se espera una preciosa lluvia de estrellas —comentó esperanzado.

—¡Ah! Sí, me encantaría. Una buena cena, un amigo y estrellas, ¿qué puede haber mejor para pasar una Nochebuena?

Dijo esto y se fue directo a su dormitorio. Se quitó el uniforme, se metió en la cama y durmió unas horas más. Unas largas horas más. Unas horas en las que todo fue calma y tranquilidad, por una vez parecía que podía estar en calma sin tener que ir a salvar a nadie.

Lo que no sabía es que no era así, o no del todo. Hacía semanas, meses, en realidad, que Duque había pensado que el mejor regalo de Navidad que podía dar a su amigo era una noche tranquila. Había ayudado a muchas personas, a muchos, muchos mundos y, si bien le encantaban las aventuras, también necesitaba descansar. Así que tuvo la idea de darle eso mismo, un día sin jaleos, solo para él, para que pudiera no estar pendiente de nada.

Lo que hizo fue contactar con todos aquellos aventureros y valientes que le conocían, les contó el plan y todos accedieron. Así, mientras Frost, perrito de aventuras, descansaba otros muchos hacían todo lo que podían para que fuera así. Desde los Cadetes Espaciales y el Doctor Gato a Navidoso, el troll de la Navidad, pasando por la Emperatriz de la Primavera y el Grinch hasta Krissie Kringle, la hija de Papá Noel, e incluso el mismísimo Rey del Tiempo. Y más, muchos más.

Todos pusieron de su parte para darle a Frost este estupendo y magnífico regalo. Y todos hicieron una promesa: nunca se lo contarían. Si él lo hubiera sabido quizá se habría sentido culpable y no deseaban eso. Le querían, todos ellos le querían y sabían que este era el mejor regalo que podían darle. Así que se esforzaron, lucharon, salvaron vidas, ayudaron a otros y mantuvieron todo en el más total y absoluto secreto.

Noche de Paz, un relato de Navidad de Frost, perrito de aventuras. 1ª parte.

2 comentarios en «Noche de Paz, un relato de Navidad de Frost, perrito de aventuras (1)»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *